La comunidad.

Foto: Gaelia Smith

Decisiones.

Las decisiones conforman nuestra existencia. Consecuencias, ecos de las confrontaciones que albergan nuestro camino.

Decidir qué hacer, saber qué decir en el momento adecuado, ese momento que se roba un minuto, esa mirada, la necesidad de contacto que confirma que el poder del destino lo hallamos en la contraposición: sí o no, bien o mal, aquí o allá.

Responsabilidad. Miedo a la confrontación. Expectativas que quedan varadas a la espalda de cada pérdida, de cada ganancia.

Las decisiones traen consigo una consecuencia, una parte indeleble de la razón de ser de la persona y, en el peor de los casos, sólo queda hablar en pretérito de subjuntivo para calmar, para clamar al resultado fallido, la paciencia quebrada, esa parte disimulada.

Porque todo queda expuesto. Porque tú quedas expuesta a la sociedad. Y da miedo, da miedo cuando perdemos la batalla.

Encrucijadas. De eso trata la vida.

En La comunidad de Helen Flood, situada en Kastanjesvingen, nada es lo que parece porque cada paso descubre las intenciones más ocultas de los habitantes y queda en suspense lo que sucederá. Y para Rikke y Asmund sólo una decisión tomada hizo falta para quedar a merced de esas opiniones bárbaras de los demás.

Lectura rápida, inteligente, capaz de dejar en vilo hasta el siguiente capítulo. Yo lo hice, lo leí, ¿te atreves?. «Tus secretos ya no están a salvo, entra en la comunidad«.

El secreto de Luzbel.

Foto: Gaelia Smith.

Creencias. Fe.

Religión. Mediatización.

Creer. Creer en algo. Sólo creer es lo que nos humaniza en este plano terrenal que nos ocupa ya que, necesitamos una solución lejos de lo racional en aquellos momentos en los que no tenemos ninguna otra opción que la de aferrarnos a nuestras creencias. Creer en algo. Creer en alguien. Creer.

Sólo creer.

Y manifestamos estas creencias desde una forma íntima y personal, moldeando nuestra estructura de valores para conseguir generar la calma perfecta en los momentos de desesperación. Pero también mostramos nuestra fe de una forma colectiva, compartiendo con aquellos más afines las experiencias vividas y sentirnos, de esta forma, más arropados. Pero sigue siendo lo mismo. Fe.

No obstante, cuando esta fe se torna estática, albergada por una institución, dejamos abierta la posibilidad de la deshumanización de la fe, de la sinrazón. Porque cuando todo se institucionaliza, se torna en un dogma sin sentido aparente, juega un papel desmesurado la dualidad de las cosas: el bien como contrapunto del mal. El cielo como advenimiento de lo bueno, el infierno como castigo al mal.

Todas estás manifestaciones llevan a radicalizar una actitud que debería ser genuinamente personal porque cada persona creerá en lo que le hace más fuerte, en lo que le hace más feliz, en lo que lo convierte en más humano. Lo que no entendemos provoca desasosiego encarnando el miedo y el terror.

Miedo. Misterio. Terror.

Víctor Herrero, a grandes rasgos, trata este tema en El secreto de Luzbel, en el que un misterioso asesinato vuelve a asolar el Monasterio de la Vid. Vanesa Chacón, en colaboración con el capitán de la guardia civil, Ramón Gámez, intentarán desentrañar los misterios que envuelven este crimen tan atroz, teniendo de nuevo, en el punto de mira a Ángel Beltrán, personaje que juega un papel importante también en la primera parte El plan de Luzbel.

Novela negra inteligente y bien construida que, mediante un suceso trágico, saca a la palestra temas tan interesantes como las traiciones, creencias, superación y las relaciones interpersonales.

¿Te vienes?

Bellas durmientes.

Foto: Gaelia Smith.

«En un futuro tan real y cercano que podría ser hoy, cuando las mujeres se duermen, brota de su cuerpo una especie de capullo que las aísla del exterior. […] Los hombres, por su parte, quedan abandonados a sus instintos primarios...»

… y es que, en un mundo donde la dualidad del ser está en compendio entre lo masculino y lo femenino, ¿qué pasaría si renegáramos de nuestra parte femenina?

Componemos nuestra esencia entre la parte y su contrario, porque nos nutrimos de lo necesario de cada una de ellas. Porque la dualidad es lo que mantiene el equilibrio en nuestra alma. Sin este equilibrio no tendríamos la percepción extra sensorial de lo natural.

Porque en Bellas durmientes, encontramos la dicotomía de la pérdida de nuestra parte femenina dejando sola la singularidad masculina en su partícula primigenia, sin esa estabilidad, perdemos la completa razón del ser. Al renegar de nuestra composición quedamos a la deriva, presos a la nada, al ninguneo de nuestros instintos, sin tener en cuenta la meta que nos lleva a la materialización de nuestros sueños. Hombre o mujer. Mujer u hombre.

Sin nuestro trasunto femenino convivimos con el vacío existencial, con lo incompleto, una parte banal, sola. Al igual que la pérdida de su contrario. Sin ambos, nos degradaríamos a la inconsciencia.

Stephen King nos demuestra, en esta novela, la necesidad de perseguir la dualidad completa, sin necesidad de elegir entre una y otra, ambas en su justa medida crean la armonía precisa sin necesidad de hablar de abusos, maltratos. Sin tener que pisotear la capacidad de una y de otras. Juntos.

Porque lo femenino completa a lo masculino. Y viceversa. Porque se crea una consonancia inexpugnable.

Dúo.

Cuidemos de nuestra alma con su división de poderes ya que, sino, seguiríamos tan ciegos como hasta ahora.

!Despierta¡

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La orilla celeste del agua.

Fotografía: Gaelia Smith

Albergamos una inteligencia social que desde el principio de nuestros tiempos está destinada a la acción.

Ahora, en nuestra era digital, queda acotada a las raquíticas frases recibidas que devoramos desde alguna de las innumerables pantallas de nuestros dispositivos electrónicos. Y cuando interaccionamos con algunos de esos followers ofrecemos la impresión que cada uno merece de nosotros, esa parte bien distinta que, intencionadamente, no se acerca a lo que realmente somos.

Sin embargo, cuando tenemos la posibilidad de accionar esa compatibilidad social cara a cara, quedamos agazapados en nuestro cubículo sin tener nada que contar, sin revelar todo lo irreal.

Porque ya no hay filtros. Porque nada se lee, todo se siente.

Lo que mueve el mundo en esta era digital es la producción material. Cuanta más producción generes mayor valor obtienes pero, ¿Dónde queda la satisfacción de nuestro interior?

Esta contrapartida está dotada de la nutrición de nuestro ser, la posibilidad de centrarnos en lo que nos hace grandes y crecer alimentando nuestra alma. Permitirnos ese gozo que viene dado por lo abstracto, lo inmaterial pero que deja una huella incandescente en nuestro interior que nos permite aprender a ser lo que necesitamos ser, lo que queremos ser.

Desconectarnos de lo material para poder entrar en contacto con lo natural.

En La orilla celeste del agua, Jordi Soler nos reafirma las pautas para cultivar, para moldear nuestro ser mediante todo aquello que nos produce un beneficio espiritual, propone la desconexión de todo lo que nos aleje de nosotros mismos; crear un mapa de senderos que nos muestren el camino para realizar nuestra mejor versión.

Maravilloso ensayo que pone de manifiesto las diferentes artes y la necesidad del silencio para complacer nuestra alma.

Conocernos y reconocernos en lo que queremos y no en la imposición infructífera de lo material.

Para. Escucha. Siente.

Qualityland.

Foto: Gaelia Smith.

Giramos en torno a la tecnología.

El mundo está conectado para ofrecernos un millón de posibilidades. Trabajamos conectados, estamos más cerca de los nuestros, desarrollamos nuevos talentos.

En Internet almacenamos parte de nuestra vida. El simple hecho de apretar un botón nos permite el acceso a un mundo virtual en el que desarrollamos una personalidad inventada. Nuestro yo, pero diferente.

Perfilamos nuestras vidas a gusto del consumidor.

Intensificamos esos aspectos en los que destacamos y renegamos de aquellos que nos hacen vulnerables. Creamos nuestro yo artificial.

No tenemos en cuenta la dependencia febril que podemos generar de algunas redes sociales, de esa necesidad imperiosa de los distintos likes, de los cientos de me gusta que regalamos para ser aceptados en la sociedad virtual.

Cualquier cosa que generemos en la red será criticada enormemente y con crudeza, pero lo aceptamos, porque necesitamos sentirnos parte de algo. Aunque ese algo sea de naturaleza efímera, rozando la mentira.

Sonrisas, relaciones, trabajo, todo está amasado y precocinado para mostrar nuestra mejor cara en las redes, para poder contar los seguidores, para que nos lean, para que seamos vistos.

Reconocimiento extremo.

Porque ya no se lleva pasar desapercibidos. Todo cuenta.

Marc-Uwe Kling en Qualityland nos ofrece la visión más extrema de las redes, basando la notoriedad que adquirimos en ellas para sobresalir en todos los aspectos de la vida. La pregunta relativa de qué sería de nosotros sin las conexiones, las compras compulsivas, las relaciones insustanciales, la tecnología.

Nos pone en la tesitura de pensar que la importancia de nuestras vidas resida única y exclusivamente en la red virtual y, si es así, qué necesidad tendríamos de seguir siendo nosotros mismos.

Sin duda, una distopía que puede hacernos ver, de una manera ID muy extrema, la evolución de las tecnologías en cuestiones de relaciones interpersonales.

¿Te atreves? Súbelo.

La Reina del Sur.

Buscamos la estabilidad.

Lo hacemos en nuestras relaciones, en el terreno laboral. En nosotros mismo. Siempre anhelamos el equilibrio.

Tendemos a acomodarnos en lo que nos viene dado y, así, de la forma más fácil posible, poder vivir con nosotros mismos.

Pero cuando esta estabilidad se ve truncada por acontecimientos ajenos quedamos a la deriva, sin timón, sin brújula a la que poder aferrarnos para encontrar nuestro Norte, sin saber qué esperar de nosotros, sin saber que hacer. Nos quedamos agazapados. Cubrimos nuestra cara con las manos.

Pero nos levantamos. Con esfuerzo, pero lo hacemos.

Porque levantarse es ley de vida. Da igual las veces que podamos caer, siempre habrá una última vez, porque de eso se trata: ensayo y error, hasta que acertamos en lo que queremos para nosotros, para los nuestros.

Y volvemos a ser y a sentir como antes aunque mucho más sabios, más experimentados, menos confiados. La experiencia nos da las pautas para hacer y deshacer, para conseguir, para resurgir.

En La Reina del Sur, Arturo Pérez Reverte nos hace partícipes del resurgir de Teresa Mendoza cual ave Fénix se tratara. Intenta ahondar para revelarnos que las situaciones son sólo eso, acontecimientos que ocurren y que puedes aprovecharlos para vivir, para seguir sintiendo, para seguir siendo.

La novela, realizada como investigación periodística del propio autor, aborda la problemática de la droga, los narcos mexicanos y la huida constante de los personajes para mantenerse a salvo para, así, volver más fuertes que nunca.

Ficción con toques de realidad. Resurrección de la protagonista y un final apasionante hace de esta novela una experiencia muy intensa y gratificante. Quedan ganas de más.

Tenemos la posibilidad de ver la adaptación en la serie homónima La Reina del Sur protagonizada por Kate del Castillo y, por otro lado, una adaptación con variantes distintas en The Queen of the South interpretada por Alice Braga.

¡Empieza a leer!

Con M de Mar.

Amor y muerte.

Dualidad constante en la existencia del ser humano. Nos da miedo el amor. Nos aterra encontrarnos cara a cara con la muerte. Pero convivimos con ella, intentando no hablar, intentando no tentarla. La ignoramos, pero sabemos que siempre estará ahí.

Es evidente que se ha ganado todas sus connotaciones negativas porque hablar de muerte es hablar de pérdida, de devastación. Es un punto y aparte de lo que obtuvimos para comenzar de cero, reconstruyendo lo que murió con la muerte.

Sin embargo, la otra cara de la moneda es la vida. El amor. Todo gira en torno a estas dos realidades. Amor, vida, vida y amor.

Nos imaginamos felices, completando nuestras carencias con las personas que orbitan a nuestro lado, necesitando de unos, aportándole a otros, pero siempre en constante movimiento.

Vida y amor equivalen a un movimiento continuo. Con la muerte todo para.

Blanco y negro.

Cuando buscamos el amor generamos nuestra mejor faceta para que no se nos escape entre los dedos, para causar esa buena impresión que hará, a su vez, de tarjeta de presentación. Porque nos da miedo mostrarnos tal y como somos.

Esa es la realidad.

El miedo es la realidad. El miedo a la pérdida, el miedo al rechazo. El miedo a lo desconocido.

El miedo.

Rosa Grau en Con M de Mar, nos muestra la cara más natural de la muerte reencarnada en la increíble Mar, una singular joven que intenta, aprovechando las vacaciones obtenidas en el inframundo, encontrar las satisfacciones que pueda aportarle la vida en todo su esplendor. Lo hará de la mano de Daniel, policía que acudirá a desentrañar un vil asesinato en una sucesión de acontecimientos tragicómicos por los que nos mostrarán la dualidad existencial.

La novela deja huella ya que es la historia que queremos vivir, la sensación que necesitamos, aquella que nos vuelve del revés aquellas concepciones trágicas sobre la pérdida, mostrándonos una alternativa divertida, grácil y conmovedora.

Como decían aquellos All you need is love, Rosa Grau ha sabido sacarle todo el partido a esta declaración de intenciones.

Increíble. Imparable. Sensacional.

El guardián de las flores.

¿Cuánto cuesta una vida?

¿Cuál es el precio que pagarías por olvidar?

Dinero. Ese bien maldito y tangible que nos deja sumidos en la más absoluta felicidad (cuando se tiene) o, por el contrario, nos hunde en la total desesperación.

Porque el dinero mueve el mundo. Es el engranaje perfecto para que todo fluya, para que todos sonrían. Siempre en pos del que más tiene. Cuanto más, mejor. Más y mejor. Pero, si vamos más allá, el dinero no puede comprar la vida, no puede sobornar a la muerte. Nunca, aunque tengas, todo seguirá su curso. Sin influencias malsanas, sin sobornos, sin nada.

Y sigues viviendo. Tú.

En El guardián de las flores, Rober H. L. Cagiao nos presenta la ironía con la que la vida, a veces, intenta hacer justicia, proponiendo situaciones en las que, por más que pagues, por más que el derroche haga su aparición, será la moralidad la que abra la puerta a ese juez popular. La vida, la razón.

Remordimientos entremezclados con puras leyendas antiquísimas galegas paseando por entre su frondosa naturaleza y respirando el aire puro y limpio que permite que toda esa perversión oculta salga a la luz para, de una vez por todas, ser destruida.

Misterios, leyendas. Ingenio, creencias. Muertes, resurrección. Todo esto y más lo encontramos entre las páginas de El guardián de las flores, fácil lectura, lenguaje enérgico e inteligente que nos deja con esa sensación de qué pasará en el siguiente capítulo.

¿Te atreves a adentrarte en sus leyendas?

Todos quieren a Daisy Jones

Música. Expresión artística de las emociones. Esencia vital del enriquecimiento de nuestra alma.

Expresión. Arte. Emoción.

Al cantar, al dar vida a un instrumento. hacemos tangible la música, es decir, nos transportamos a otro plano de la existencia, aquel en el que impera el descaro para transmitir lo que sentimos sin tapujos, sin vergüenzas. Y se nos erizan los vellos de la piel cuando ese acorde alcanza el éxtasis, cuando esa nota nos desgarra por dentro.

La música hace posible la unidad entre todas las personas. La posibilidad de sentir, de ver, de oír un sentimiento.

Porque hay una necesidad creciente de expresar, de hacer posibles esos pensamientos que van tomando forma de esa manera rítmica, acompasada por las letras entremezcladas y nos abren la puerta a aquel recuerdo, a tocar ese anhelo.

Creamos el ambiente que queda suspendido entre las cuerdas de la guitarra, el micrófono ante los labios de la cantante y sabes que suena y sueñas con la posibilidad de cambiar algo del mundo. Y lo consigues en ese instante que cierras los ojos y te dejas llevar por esa sensación que queda. Y disfrutas. Y te das cuenta que estás a su merced.

Y ya no importa todo lo demás.

En Todos quieren a Daisy Jones, Taylor Jenkins Reid nos deja entrar en entre bambalinas para ser partícipes de la creación de una banda de rock en los años 60 / 70, de sus éxitos y sus fracasos, de la deconstrucción de una persona hasta el más oscuro abismo para, después, resurgir entre notas, canciones y familia.

En el libro se hace presente la necesidad de expresar el sentimiento cancerígeno que nos va consumiendo hasta que, por necesidad, lo expulsamos y quedamos vacíos, con la clara convicción de que, a partir de ahí, comenzará la subida hacia algo mejor, hacia la posibilidad de la resurrección del ser.

Daisy Jones, trasunto de las musas de los años 60, 70, es el reflejo de esa decadencia personal, sin control, un mundo sin reglas en la que la única forma de sobrevivir es intentando respirar una vez más.

Sin duda, una genialidad escrita en formato entrevista que te deja la duda de la veracidad de sus páginas. Y quedas pensando en la necesidad de que sea real. La necesidad de escuchar su música al leer sus letras. Quieres que lo sea.

¿Lo es? Descúbrelo.

El mapa de los afectos.

Las relaciones.

Todas las relaciones nos marcan. Dejan una huella, una muesca en nuestra alma para moldearla y seguir construyendo la línea de nuestra experiencia, aquella que hace tangible la existencia.

Porque sí. Vamos conociendo a muchas personas y no sólo lo hacemos por casualidad. Hay un motivo. A veces, es, porque necesitamos que nos enseñe aquello que no sabemos, ese don que nos hace únicos y que ofrecemos a los que están a nuestro alrededor para hacer el bien, para que nos hagan bien.

Serenidad, coraje, valentía, insensatez (por qué no), cordialidad, mentira, … Todo nos aporta algo en cada momento y todo es válido para añadir algo sólido a nuestro saco de experiencias.

Y sí, claro que sirve.

Porque, a veces, ni nosotros mismos somos capaces de ver el alcance que puede hacer la interacción con el otro. En la mayoría de las personas queda la energía que hemos regalado, la esencia que damos, que recibimos, haciendo esa marca real, que hará intocable el recuerdo que dejemos, que nos dejen.

En El mapa de los afectos, Ana Merino refleja, claramente, las interacciones entre las personas, el intercambio de energía social, afectiva, que no deja indiferente a nadie ya que, desde que se da esa interacción, aunque pasen meses, años, hasta que se manifieste, esa vida ya no será la misma.

La casualidad que hace visible la causalidad en las cosas, en la forma de decisión de los personajes. La forma de ser alguien en el camino.

El mapa de los afectos, además de ser el premio Nadal 2020, es un libro que te hace pensar que todo sirve, que todo llega para convertirse en algo, nos arrebata esa sonrisa de sorpresa al ver cómo se entreveran las vidas, cómo se suceden los acontecimientos provocados por un mero pensamiento, una acción sin importancia. Y ahí está. Las bifurcaciones quedan al descubierto.

Libro sencillo, muy fácil de leer que te atrapa porque es la realidad, porque percibes toda la fuerza de las representaciones sociales entre unos y otros. La magia de las relaciones.

Las personas.

Por eso escribo, por eso sigo leyendo porque, ¿Quién dice que no puedo cambiar el mundo con estas líneas?