Manual para mujeres de la limpieza.

La vida. La complejidad.

Realidades que se van superponiendo a la obviedad que abarcan las horas, los días, lugares iguales, familia, la infancia.

E imaginamos vidas distintas como esos sueños inalcanzables, irrealizables. Nos dejamos llevar para sentirnos dignos de otras realidades paralelas.

La cara oculta que no proyectamos.

Y de esa manera dejamos paso a la nueva historia que va creciendo al cerrar nuestros ojos, al pensarnos en distintos lugares, eligiendo la otra cara de la moneda, aferrándonos a aquella oportunidad que se nos escapó como arena entre las manos.

Ese temible e incierto: «¿Y si…?«.

Porque la vida golpea y lo hace a destiempo, y nos deja con ese suspiro a medias, esa tranquilidad desalentadora que nos encuentra cabizbajos, lamentándonos de nuestra propia existencia por ese amalgama de futuro incierto, por el pasado etéreo que nos precede.

Por la inexistencia del presente.

Y Lucía Berlín en Manual para mujeres de la limpieza retrata esa realidad sin filtros y sin esos créditos de películas hollywoodienses con finales increíbles.

No.

Lucía Berlín nos muestra esa realidad americana de los 50 desde los ojos de una maestra de escuela, de una mujer de la limpieza, vista por los presos de un penal, por la rutina incansable de una lavandería. La familia rota. La honestidad baldía . La barbarie. La muerte.

Todos los relatos de Manual para mujeres de la limpieza son piezas únicas en los que los personajes son trasunto de la vida de la autora. Su yo literario y su complejo mundo se gestan en sus líneas con temas recurrentes que marcan la narración, como la desigualdad, la decrepitud, drogas, amor, muerte.

Una protagonista: la barbarie, ofreciéndonos esa literatura de frontera, esa narración cálida y violenta, familiar y solitarias, desalentadora, árida, moribunda, decrépita, nauseabunda.

Sin duda, una estructura narrativa espectacular que nos deja el regusto de esa primera lectura pero que, si volvemos sobre sus páginas, seguiremos obteniendo nuevos matices que nos harán entender un mismo relato de distinta manera. Eso es la genialidad.

El guardián de las flores.

¿Cuánto cuesta una vida?

¿Cuál es el precio que pagarías por olvidar?

Dinero. Ese bien maldito y tangible que nos deja sumidos en la más absoluta felicidad (cuando se tiene) o, por el contrario, nos hunde en la total desesperación.

Porque el dinero mueve el mundo. Es el engranaje perfecto para que todo fluya, para que todos sonrían. Siempre en pos del que más tiene. Cuanto más, mejor. Más y mejor. Pero, si vamos más allá, el dinero no puede comprar la vida, no puede sobornar a la muerte. Nunca, aunque tengas, todo seguirá su curso. Sin influencias malsanas, sin sobornos, sin nada.

Y sigues viviendo. Tú.

En El guardián de las flores, Rober H. L. Cagiao nos presenta la ironía con la que la vida, a veces, intenta hacer justicia, proponiendo situaciones en las que, por más que pagues, por más que el derroche haga su aparición, será la moralidad la que abra la puerta a ese juez popular. La vida, la razón.

Remordimientos entremezclados con puras leyendas antiquísimas galegas paseando por entre su frondosa naturaleza y respirando el aire puro y limpio que permite que toda esa perversión oculta salga a la luz para, de una vez por todas, ser destruida.

Misterios, leyendas. Ingenio, creencias. Muertes, resurrección. Todo esto y más lo encontramos entre las páginas de El guardián de las flores, fácil lectura, lenguaje enérgico e inteligente que nos deja con esa sensación de qué pasará en el siguiente capítulo.

¿Te atreves a adentrarte en sus leyendas?