Un gato callejero llamado Bob

La soledad. Solitario. Solo. Como cuando no tienes a nadie a quien contarle cómo te ha ido el día. Como cuando necesitas un abrazo, una mano en el hombro, un consejo y no hay nada. Nadie.

Esa sensación de silencio ruidoso que nos deja sordos de tristeza, que nos deja pensando si valdrá la pena el día siguiente, y el otro, y el otro. Y cuando ya crees que ya es suficiente, ahí está él. Tu mejor amigo. Tu mitad en forma de bolita peluda llamado: Taco, Tana, Tau o, en caso de James Bowen: Bob.

Un gato te cuida, te sana, te hace adquirir responsabilidad para que esa soledad sea menos alarmante, se haga menos visible porque, con él, ya no estás solo. Cuando las preocupaciones te acechan él se sentará en tu regazo diciendo: «no pasa nada. Yo te cuido«. Y te sana. Y te va quitando esas preocupaciones hasta que ya no sientes que lo fueran. Hasta que sonríes y lo acaricias. Escuchas su ronroneo. Su hocico húmedo. Su vida. Su espíritu.

Esta historia real de Un gato callejero llamado Bob, nos cuenta la vida de James Bowen cuando, en un momento fulminante de su vida, el gran gato Bob lo salvó del hundimiento inminente de su ser. Superación al cuadrado en donde Bob será el guía espiritual de James y lo sanará y lo salvará hasta, como vemos, escribir su historia como homenaje al sabio gato Bob.

Los gatos son los sanadores de tu alma. Están cuando tú los necesitas. Después, se irán a sanar otras vidas. Un gato es un regalo de la vida.


Biblioteca casera: número 2

Biblioteca casera número 2. Localización: Sevilla. Esta biblioteca tiene tesoros como los que nos regalan: Castaneda, Bukowski, H. Quiroga, García Márquez, O. Girondo, A. Pizarnik, E. Cline y Max Aub entre muchos otros.

“Debemos de ser conscientes de que la ignorancia se combate con un libro”.

Bibliotecas caseras: número 1

Biblioteca casera. Localización: Madrid. Encontramos tesoros como los de G. Orwell, Machado, E. Mendoza, H. Murakami, F. Kafka.

Las bibliotecas en casa alimentan nuestra alma.

Las damas justas

Nacemos, crecemos y nos desarrollamos en una sociedad que siempre nos ha considerado el sexo débil. Cuando una opinión viene dada por una mujer, en algunos casos drásticos (y no tan drásticos) se ningunea al máximo exponente.

Pruebas y más pruebas: para poder asomar la cabeza en este mundo de hombres; educación machista y, por desgracia, aún misógina, que se disputa el poder entre vítores carentes de sentido común y ley de Talión.

¿Qué pasaría si dejáramos a las mujeres ese poder de justicia? ¿Qué obtendríamos de ese sentido de lucha continua, de afán de superación, de constancia, de fortaleza?

Rosana Foncea nos reproduce una novela con grandes dósis de intriga, personajes que muestran estereotipos de una sociedad aún enferma de machismo en la que, las mujeres de La Encendida, comenzarán una revolución de principios, un ajusticiamiento basado en la falta de humanidad que desprenden (¿por miedo?) algunos hacia nosotras: las mujeres.

Las damas justas nos mostrará una sociedad utópica, condicionada a paliar, por la fuerza, la falta de leyes hacia ese camino igualitario llamado feminismo.



La verdad sobre el caso Harry Quebert

¿Quién no ha imaginado una de esas historias de amor que te evaden de toda realidad posible? Un amor que te reinventa, un amor que te deja sin argumentos, sólo esa persona y tú.

Todo se resume en aquella canción de G. Cerati: Somos prófugos los dos, al menos sé que huyo porque amo. La prohibición es lo que saca toda la adrenalina fuera de nosotros y deja al descubierto nuestro lado más rebelde, atrevido, nuestras razones más recónditas para mantenernos alerta.

Pero no todo es color de rosa. En tal estado de excitación no somos conscientes de nuestro estado anímico. A veces, nos encontramos en lo alto de la cima y otras nos vemos sumergidos en las profundidades. Como Harry Quebert y Nola Kellergan. Él, profesor de universidad y escritor buscando la inspiración fuera de su círculo, ella, estudiante de dieciséis años. Ellos se creían invencibles en su fortaleza. Nadie sabe, nadie entiende hasta que todo se turce.

¿Dónde está Nola Kellergan? ¿Por qué desapareció sin dejar rastro?

La novela de Joël Dicker nos relata esta fantástica historia de amor entre un hombre y una adolescente entre intensas dosis de intriga, asesinatos, demencias, tradiciones arraigadas en donde Marcus Goldman, buen amigo del profesor, tendrá que averiguar entre novelas del pasado y pistas detestivescas, la verdad sobre el caso Harry Quebert.

1Q84

Todos hemos imaginado alguna vez un mundo paralelo en el cual, la vida tiene la misma correlación que en el mundo real pero la diferencia es que en este mundo secundario, todo es posible. Eso es lo que nos deja claro Haruki Murakami con la saga de libros de 1Q84. En los libros 1,2 y 3 nos narra una trama, en el Japón de 1984, en la que se unen el misterio, el sexo sin tabúes, sectas indestructibles, justicia femenina, personalidades dobles, crímenes machistas ajusticiados, un amor imposible, asesinatos sin razón (o sí) en la vida de dos desconocidos: Tengo y Aomame.

Una canción: la sinfonietta de Janácêck resuena como un mantra en el transcurso de la obra como un interruptor estridente de la irrealidad.

Paseamos por un mundo sin saber si hay una delgada línea que, al cruzarla, nos transporte a otro donde nuestros deseos más íntimos se hagan realidad, en el que vuele nuestra imaginación y todo lo que deseemos se haga realidad. Un mundo que sólo sabremos que nos sumergimos en él por detalles nímios, pequeñeces que hacen el regreso a nuestra creencia de lo real cada vez más difícil. Ese mundo que necesitamos, ese mundo que nos llama para que el ente que dormita en nuestro interior despierte y nos guíe por entre la oscuridad de nuestros sentidos ocultos.

La luna. La luna es la visionaria. El ente estático que nos muestra el camino. La luna, que tanto tiene que ver en nuestra existencia, en la de las mujeres, en la naturaleza, en el mar. Su luz será vital para transportarnos al mundo de la Little People, al mundo de la mother y la daugther. Ese que ansiamos encontrarnos en nuestros momentos de debilidad. A la crisálida de aire. Contemplemos la luna (o las lunas)… ¿cuál es su color?

Pero, todo lo real tiene una parte de irrealidad y, al contrario, en nuestra irrealidad encontramos esa parte de verdad, ¿o no?