El misterio de la familia Fonseca.

Foto: Gaelia Smith.

La familia.

La familia es la que nos identifica como miembros de un clan, hace que seamos parte de alguien, parte de algo. Te muestra las raíces para que, a partir de esa base concéntrica, vayamos añadiendo los cimientos, aquellos que nos darán nuestra identidad, de los que estamos hechos para, así, darnos cuenta de lo que ya somos, para convertirnos en lo que seremos.

Hay familias que te dejan una huella que pervive en la mente de los descendientes, ya sea para bien o para mal. Y se queda, imborrable, su recuerdo tan nítido, transparente.

Cuando hay secretos entre los miembros del clan es cuando, verdaderamente, comenzamos a vagar en lo desconocido. Porque los secretos nos van ocultando parte de nuestra esencia vital, lo que somos. Nos quiebran la identidad, nos dejan sin huellas familiares. Sin nada.

Porque un secreto puede ser sólo eso: algo que escondemos pero, con el tiempo, irá aumentando de tamaño hasta llegar al desconocimiento de nosotros mismos, a no saber quiénes son los que nos rodean dentro de nuestro propio círculo.

En El misterio de la familia Fonseca, Pablo Poveda saca a relucir las controversias que acontecen en la familia Fonseca y todos de los que de ella dependen. Nos describe de muy diferentes maneras cómo una familia adinerada y aristócrata, aparentemente muy unida, puede estar tan separada hasta el punto de no reconocerse entre ellos.

Misterios, mentiras, rencores, amor. Secretos. Muertes.

Narración ligera, de fácil lectura que te atrapará en los primeros capítulos de la mano de Leopoldo, el periodista encargado del reportaje que revelará la verdad de la familia Fonseca.

¿Te atreves a descubrirlo? Te sorprenderá.

El último verano de Silvia Blanch.

Foto: Gaelia Smith

La consciencia nos va mostrando los pasos de nuestro comportamiento para con nosotros mismos y la sociedad.

Es por ello por lo que sabremos distinguir cuál es el roll que desempeñamos en nuestro entorno. Cómo nos identificamos ante las personas, ante nosotros mismos.

Comprendemos, de esa manera, dónde comienza la línea divisoria que hace posible que la moral, la ética salga siempre a la luz. Hacia qué punto debemos dirigir nuestras miradas para conseguir los objetivos propuestos, con el compromiso, obviamente, de la convivencia con los demás.

Si estos límites se nos plantean difusos surgirá, de manera inconsciente, el problema.

Nuestra escala de valores se verá sacudida tan fuertemente que, con cualquier detalle insignificante, todo saltará por los aires dejando en evidencia la oscuridad presente que nos gobierna.

Esa debilidad es la que nos deja prisioneros de nuestros sueños más oscuros.

Intentamos escapar de las pesadillas que nos acechan pero, a veces, nuestro ego es más fuerte que esa conciencia de la realidad y quedamos a merced de sus decisiones.

Lorena Franco en El último verano de Silvia Blanch, nos habla de la forma inquietante en la que se puede corromper esta conciencia. La debilidad como punto de partida, presente en la mayoría de los personajes marcando la personalidad de cada uno, definiendo el roll que les llevará a la evolución extrema en la novela.

Lorena Franco nos pone de relieve el hecho de que ninguno de nosotros estamos fuera del alcance de sufrir las consecuencias de esa debilidad interna ya que, no sólo nos afecta a nosotros sino, como una onda expansiva, se lleva por delante todo cuanto nos rodea.

Maravillosa ejecución de la trama, evolución constante de los personajes, tanto principales como secundarios y, por supuesto, el giro inesperado que nos dejará sorprendidos e inquietos, pasando las páginas de una manera casi compulsiva.

¿Qué pasó en el último verano de Silvia Blanch? ¿Te atreves a descubrirlo?

Ven.

Cuatro por cuatro.

Foto: Gaelia Smith.

La élite.

El acceso total al control, limitado sólo a unos cuantos privilegiados, magnates del engaño y la perversión.

Todo lo que queda por debajo de lo que consideran la élite quedará subordinado, bajo control.

Sólo hay un punto de vista, un pensamiento común adaptado a esa realidad creada para ese fin. Su credo.

Porque en todo poder hay corrupción y quien no juega con las reglas dictadas, estará fuera. Porque nunca se cuestionan los problemas en la élite, se eliminan.

Y ya no importan las personas como tal sino la posibilidad de poner un precio. Si se puede comprar, estará a su alcance. Así se mantiene el rol del control, tienen la posibilidad de ser propietario de algo, de alguien. Porque todo lo demás no importa.

No importa. No, importa.

Sara Mesa, en Cuatro por cuatro, nos muestra, de una manera descarnada, la realidad en donde reside el poder corrupto, la inmoralidad que emana el Gran Hermano, aquel que todo lo ve, aquel que todo lo sabe, la decisión sobre una vida, sobre una muerte. Narración que hace reflexionar sobre las dos caras del poder y el descreimiento de la verdad.

La libertad es el bien más preciado.

No permitas que te la arrebaten.

Temporada de avispas.

Un momento de nuestra vida. Un instante que queda marcado a fuego.

Una única vivencia es el punto de inflexión para creer que algo es de una determinada manera.

El subconsciente.

En nuestro subconsciente albergamos todo aquello que experimentamos con esa grandiosidad que caracteriza al acontecimiento que marca, que nos marca para bien, que lo hace para mal.

Que nos deja una huella imborrable.

La percepción de las cosas es pura subjetividad, con caracteres tan difusos que, con tan solo cambiar un mínimo detalle, la sensación sería increíblemente distinta. Porque todo se basa en los detalles. Aquellos que rigen esas situaciones de las que somos los protagonistas.

Una decisión lo es todo.

Pasos para cimentar nuestra persona, para encontrar aquello de lo que estamos hechos. La parte que decide es la que, en cada uno de esos dilemas, nos hace más fuertes, más seguros. Y esa decisión será la que influya en nuestra forma de relacionarnos, en la visión de nuestro mundo, en nuestra actuación.

Cuando la tomamos somos firmes, fieles a ella. Pero, ¿y si esa decisión no sólo nos afecta a nosotros sino que, también marcará el camino de otra persona?

Elisa Ferrer en Temporada de avispas, hace un recorrido por la vida de Núria, decepcionada y triste por la marcha temprana de su padre, intentará entender, de alguna manera, las decisiones tomadas por su madre en momentos decisivos de su vida y que, de una forma u otra, tendrá que llegar a aceptar para, asimismo, aceptarse ella misma.

Premio Tusquet, merecido por su prosa elegante y sencilla, intensa y, a veces cruda que nos da esa visión analítica de la realidad de la familia.

Alex.

Foto: Gaelia Smith.

¿Existe una manera objetiva de enfrentarse a los acontecimientos?

¿Existe una opinión única que nos muestre lo que debemos hacer en cada situación?

Entendemos nuestras vivencias como un cúmulo de acontecimientos que se van sucediendo en distintos momentos de la vida. Decidimos y actuamos en consecuencia, según los resultados que vamos obteniendo.

Es difícil aconsejar.

No tendríamos que alentar a la otra persona a tomar nuestra misma decisión en algún dilema que se nos antoje familiar ya que, cada momento, cada instante desencadena una reacción distinta a ojos de cada uno. Una consecuencia nos supone puntos de vistas totalmente diferentes a la hora de enfrentarnos a la realidad.

Es cuestión de ensayo y error. Es cuestión personal.

Es cuestión de funcionalidades, de practicidad.

Cada uno reconduce su vida conforme a la huella que van dejando esos acontecimientos. Ni mejor ni peor.

No debería conllevar valoración alguna. Sólo se basa en la personalidad. En la fortaleza. En ser uno mismo.

Por ello encontramos tantas diferencias entre nosotros, tantos desencuentros en cuestiones de vida. Porque todos creemos que lo que nos ha hecho fuerte, al otro también lo hará. Pero es un error.

En Alex, de Pierre Lemaitre, nos encontramos con esta afirmación de una manera rotunda ya que, son esas consecuencias, esa manera de enfrentarse a las cosas lo que lleva a la protagonista a tomar decisiones que marcarán su existencia de una manera catastrófica.

A medida que vamos adentrándonos en la lectura de sus páginas, Alex muestra la dicotomía que hay entre el bien y el mal, entre ser víctima o verdugo, entre la vida y la muerte. Lectura ágil, te atrapa desde los primeros renglones dejándonos una sensación que tornará a extrañeza hasta que, por fin, obtengamos nuestra propia conclusión.

Sin duda, recomendable. ¿Me das tu opinión?

Qualityland.

Foto: Gaelia Smith.

Giramos en torno a la tecnología.

El mundo está conectado para ofrecernos un millón de posibilidades. Trabajamos conectados, estamos más cerca de los nuestros, desarrollamos nuevos talentos.

En Internet almacenamos parte de nuestra vida. El simple hecho de apretar un botón nos permite el acceso a un mundo virtual en el que desarrollamos una personalidad inventada. Nuestro yo, pero diferente.

Perfilamos nuestras vidas a gusto del consumidor.

Intensificamos esos aspectos en los que destacamos y renegamos de aquellos que nos hacen vulnerables. Creamos nuestro yo artificial.

No tenemos en cuenta la dependencia febril que podemos generar de algunas redes sociales, de esa necesidad imperiosa de los distintos likes, de los cientos de me gusta que regalamos para ser aceptados en la sociedad virtual.

Cualquier cosa que generemos en la red será criticada enormemente y con crudeza, pero lo aceptamos, porque necesitamos sentirnos parte de algo. Aunque ese algo sea de naturaleza efímera, rozando la mentira.

Sonrisas, relaciones, trabajo, todo está amasado y precocinado para mostrar nuestra mejor cara en las redes, para poder contar los seguidores, para que nos lean, para que seamos vistos.

Reconocimiento extremo.

Porque ya no se lleva pasar desapercibidos. Todo cuenta.

Marc-Uwe Kling en Qualityland nos ofrece la visión más extrema de las redes, basando la notoriedad que adquirimos en ellas para sobresalir en todos los aspectos de la vida. La pregunta relativa de qué sería de nosotros sin las conexiones, las compras compulsivas, las relaciones insustanciales, la tecnología.

Nos pone en la tesitura de pensar que la importancia de nuestras vidas resida única y exclusivamente en la red virtual y, si es así, qué necesidad tendríamos de seguir siendo nosotros mismos.

Sin duda, una distopía que puede hacernos ver, de una manera ID muy extrema, la evolución de las tecnologías en cuestiones de relaciones interpersonales.

¿Te atreves? Súbelo.

Mapa secreto del bosque.

Fotografía: Gaelia Smith.

Nuestra existencia transcurre entre un murmullo constante y atronador que no cesa.

Esta secuencia de sonidos inacabables nos aboca a esa socialización constante e insustancial, entendida ésta como la obligación de ese contacto superficial con los distintos caracteres que nos rodean para, así, poder seguir estando dentro de lo marcado. Dentro de lo considerado normalidad.

Nos han enseñado, a lo largo de los años, a no pensar por nosotros mismos. Lo hacemos mediante el grupo. Un grupo reinventado para tal fin. Porque necesitamos la socialización, pero de manera individualizada. De manera natural.

Porque no nos planteamos si lo que se nos dice es bueno o es malo, si es conveniente o no, si aporta coherencia o todo lo contrario.

La individualidad se ha perdido para pertenecer a lo global. Ya no optamos a la posibilidad de estar solos sin generar extrañezas en las miradas de los demás. No sabemos ser críticos con las imposiciones porque damos por supuesto que es lo óptimo, que es lo elegido por lo común.

Debemos volver a pensar. Tenemos que volver a aprender. Pero para ello hay que aprender a escuchar. Escuchar el silencio de nuestro pensamiento crítico, aquel que ordena todas esas sentencias que proclama la comunidad. Porque es global.

El silencio nos da la posibilidad de vaciarnos de ese murmullo constante y escuchar a nuestra esencia, aprender a conocer de lo que estamos hechos y el por qué hacemos lo que hacemos. A tener sentido.

Se nos imponen los pensamiento de la misma manera que se marcan los caminos, las carreteras. Los pasos y los prohibidos. Y nos dejamos guiar para no preocuparnos por las decisiones, por las consecuencias que derivan de ese pensamiento crítico. Ya no hay responsabilidad.

La posibilidad de adentrarnos en el bosque que nos propone el gran Jordi Soler en su libro Mapa secreto del bosque es el trasunto de adentrarnos a nuestro interior, volver a coger las riendas de lo que somos, de nuestra esencia, de la racionalidad y la sabiduría.

Llegar al punto álgido de evocar los pensamientos que van dando forma a nuestro verdadero yo. Ese dejarnos fluir para reencontrarnos con nuestro yo crítico, con el creador, con ese ego que nos vuelve seres mágicos. En sintonía con nuestro alrededor. Común e individual. Lo natural. Verdadero.

Un ensayo lleno de referencias literarias, filosóficas, citadas con gran sabiduría y solemnidad que nos hace volver sobre lo leído para disfrutar de la reacción que experimentamos al darnos cuenta de lo que realmente importa. Frases que dejan huella. Frases que nos silencian para llegar a ser.

Respira. Lee. Fluye.