Instrucciones para una ola de calor.

Fotografía: Gaelia Smith.

La familia. El calor. ¿Hay un libro de instrucciones para ello?

Recuerdo que mi madre siempre me decía: la familia es la familia. Enfatizaba en el peso de la pertenencia, en evitar por todo medio la soledad como individuos. En la facilidad de la incondicionalidad.

Definir familia es fácil, no hay más que confirmar los significados de la RAE o de cualquier buscador en Internet y comprobar un resultado común: grupo de personas que conviven juntas y que están unidas por lazos de parentescos o legales. Con este lenguaje despersonalizado, si miramos a nuestro alrededor, vislumbramos una parte de esa familia que se nos muestra en las definiciones. Pero, realmente, ¿Cuál es el significado subjetivo de la palabra familia?

Partimos de la base de que la familia es el clan del que dependemos, nuestras señas de identidad, la que nos permite constatar que pertenecemos a un sitio en concreto, la que te da el origen y las creencias básicas para comenzar el camino. Las primeras leyes de vida te la inculca la familia.

La familia es ADN, es lo que te hace parecido a tu hermana, prima, madre, sobrina…, lo que nos distingue entre toda una multitud. El consabido parecido físico entre unos hermanos, entre padre e hijo, entre sobrino y tío. Pero, ¿este parecido físico, este ADN, es suficiente para aceptar a la familia? Hablo de aceptación, sí, porque hay veces que la familia con parentescos de consanguineidad no se conoce, no se trata, no hay lazo espiritual. No hay otros lazos que no sean los de haber nacido en el mismo clan. ¿Es suficiente esta consanguineidad?

La familia también es política, como en la definición de la RAE, es decir, las personas que eligen los miembros del clan para compartir su vida. Adquiere ese matiz de familia política. ¿Puede la familia política ser más familia que la del clan? ¿Puede darse esa situación? A veces sí, a veces llegas a un entendimiento pleno con esa persona que no alcanzas con las de tu clan. Otras veces no y sucede todo lo contrario. ¿Por qué sucede esto?

La familia, a mi entender, es la base de la experiencia que crece paulatinamente a medida que nos vamos conociendo a nosotros mismos. Es la constancia, la nota discordante, a veces, la veracidad, la opacidad, la costumbre, la intransigencia. La solidaridad, la confianza. Ser. Somos nosotros mismos los que confirmamos esa pertenencia o la negamos. Los que tenemos la decisión, primera y final.

A veces contamos con secretos para no dañar. La prudencia que se vale de la mentira para validar su presencia. Obviamos el daño racional porque descompensa la balanza, esa mentira piadosa evitará la exposición al peligro de extinción de la familia. Esa ola de calor que nos deja hastiados hasta que desaparece y podemos pensar con claridad. Esas instrucciones para una exposición al peligro de la pérdida.

Porque hay verdades incómodas, porque hay verdades irrefutables. Porque de ellas depende el equilibrio.

Cuando leemos Instrucciones para una ola de calor comenzamos con una historia familiar no más importante que otra, una huella que deja el apellido Riordan y que, a medida que avanzan las páginas, percibimos lo que no se dijo, las consecuencias de unos actos inconscientes, las decisiones no tomadas a tiempo, la apariencia fingida y la necesidad de la permanencia como tal. Maggie O’Farrell nos propone una ruta a través de los Riordan para desentrañar la definición completa de la palabra familia, con descripciones brillantes, con pasajes vivos y ligeros, una tragicomedia que nos llega a todos de lleno porque, ¿quién no pertenece a una familia, sea como sea?

La familia, tatuaje imborrable. ¿Cómo es el tuyo?

Crónicas marcianas.

Foto: Gaelia Smith.

Soledad.

La deshumanización de lo cotidianamente humano, la personificación de lo salvaje, la barbarie contra lo que llamamos civilización. Lo que involuciona y queda a merced de la nada, de lo que no existe.

Corrupción.

La corrupción del hombre como tal, el desperdicio de la vida tan nutrida que podríamos haber tenido y que, como siempre, la hemos echado a perder por el miedo a lo desconocido, el pavor que nos supone lo extraño, lo ajeno a nosotros. A nuestra semejanza.

Terror.

Terror a reaccionar, a encontrarnos con lo que realmente somos, a reconocernos en las manos de la maldad. Incapacidad de vivir sin pisotear lo sembrado. Sin destruir todo a nuestro paso. Locura.

La soledad que nos rodea, formada por personas tan solas como nosotros , que sólo alimenta su egocentrismo para excusarse de los hechos que vienen pisándonos los talones. La culpa desmedida. Pero no basta, porque nadie sabe la reacción que surge ante otra soledad distinta. Porque todas las soledades no son iguales.

No.

Y tememos a una nueva realidad que no sea la que distinguen nuestros ojos. Porque esa realidad puede eclipsarnos hasta el punto de pasar desapercibidos por nuestra propia vida. Y, entonces, ¿de qué sirve vivir si ni si quiera somos parte de nuestra propia vida?

¡Tenemos tanto que aprender de las Crónicas Marcianas de Ray Bradbury! Aprender y saber que todos miramos a través del mismo cristal. Que todas las visiones que tengamos de algo son tan válidas como la que nos muestra nuestro propio ego.

Que el temor que más nos gobierna se concentra en nosotros mismos y nuestras reacciones.

Tolerancia. Vocablo que ni si quiera sabemos su significado completo. Porque no interesa, según para qué cosas. Debemos aprender a mirar desde otro ángulo para, así, poder acercarnos más al ser humano que nos habita y corresponder a nuestra otra parte.

Ray Bradbury con Crónicas Marcianas nos propone una distopía desencarnada que mira desde un prisma humillante dejando en evidencia las profundas carencias que, en su mayoría, padece la humanidad.

Increíble narración realizada en cortos relatos que cuentan con el mismo hilo conductor: la deshumanización, que nos deja ese regusto amargo del que debemos ser consciente para, así, escapar lo antes posible y no formar parte del círculo concéntrico de la vanidad humana. Ya lo decía Borges en su prólogo a la edición, plasmando en sus líneas la sensación de terror y soledad que le había provocado la lectura de estos episodios narrados por el gran Bradbury.

Lectura imprescindible. Llamada a la acción.

Ven. Sube. Sumérgete y cambia tu realidad.

El último verano de Silvia Blanch.

Foto: Gaelia Smith

La consciencia nos va mostrando los pasos de nuestro comportamiento para con nosotros mismos y la sociedad.

Es por ello por lo que sabremos distinguir cuál es el roll que desempeñamos en nuestro entorno. Cómo nos identificamos ante las personas, ante nosotros mismos.

Comprendemos, de esa manera, dónde comienza la línea divisoria que hace posible que la moral, la ética salga siempre a la luz. Hacia qué punto debemos dirigir nuestras miradas para conseguir los objetivos propuestos, con el compromiso, obviamente, de la convivencia con los demás.

Si estos límites se nos plantean difusos surgirá, de manera inconsciente, el problema.

Nuestra escala de valores se verá sacudida tan fuertemente que, con cualquier detalle insignificante, todo saltará por los aires dejando en evidencia la oscuridad presente que nos gobierna.

Esa debilidad es la que nos deja prisioneros de nuestros sueños más oscuros.

Intentamos escapar de las pesadillas que nos acechan pero, a veces, nuestro ego es más fuerte que esa conciencia de la realidad y quedamos a merced de sus decisiones.

Lorena Franco en El último verano de Silvia Blanch, nos habla de la forma inquietante en la que se puede corromper esta conciencia. La debilidad como punto de partida, presente en la mayoría de los personajes marcando la personalidad de cada uno, definiendo el roll que les llevará a la evolución extrema en la novela.

Lorena Franco nos pone de relieve el hecho de que ninguno de nosotros estamos fuera del alcance de sufrir las consecuencias de esa debilidad interna ya que, no sólo nos afecta a nosotros sino, como una onda expansiva, se lleva por delante todo cuanto nos rodea.

Maravillosa ejecución de la trama, evolución constante de los personajes, tanto principales como secundarios y, por supuesto, el giro inesperado que nos dejará sorprendidos e inquietos, pasando las páginas de una manera casi compulsiva.

¿Qué pasó en el último verano de Silvia Blanch? ¿Te atreves a descubrirlo?

Ven.

Mapa secreto del bosque.

Fotografía: Gaelia Smith.

Nuestra existencia transcurre entre un murmullo constante y atronador que no cesa.

Esta secuencia de sonidos inacabables nos aboca a esa socialización constante e insustancial, entendida ésta como la obligación de ese contacto superficial con los distintos caracteres que nos rodean para, así, poder seguir estando dentro de lo marcado. Dentro de lo considerado normalidad.

Nos han enseñado, a lo largo de los años, a no pensar por nosotros mismos. Lo hacemos mediante el grupo. Un grupo reinventado para tal fin. Porque necesitamos la socialización, pero de manera individualizada. De manera natural.

Porque no nos planteamos si lo que se nos dice es bueno o es malo, si es conveniente o no, si aporta coherencia o todo lo contrario.

La individualidad se ha perdido para pertenecer a lo global. Ya no optamos a la posibilidad de estar solos sin generar extrañezas en las miradas de los demás. No sabemos ser críticos con las imposiciones porque damos por supuesto que es lo óptimo, que es lo elegido por lo común.

Debemos volver a pensar. Tenemos que volver a aprender. Pero para ello hay que aprender a escuchar. Escuchar el silencio de nuestro pensamiento crítico, aquel que ordena todas esas sentencias que proclama la comunidad. Porque es global.

El silencio nos da la posibilidad de vaciarnos de ese murmullo constante y escuchar a nuestra esencia, aprender a conocer de lo que estamos hechos y el por qué hacemos lo que hacemos. A tener sentido.

Se nos imponen los pensamiento de la misma manera que se marcan los caminos, las carreteras. Los pasos y los prohibidos. Y nos dejamos guiar para no preocuparnos por las decisiones, por las consecuencias que derivan de ese pensamiento crítico. Ya no hay responsabilidad.

La posibilidad de adentrarnos en el bosque que nos propone el gran Jordi Soler en su libro Mapa secreto del bosque es el trasunto de adentrarnos a nuestro interior, volver a coger las riendas de lo que somos, de nuestra esencia, de la racionalidad y la sabiduría.

Llegar al punto álgido de evocar los pensamientos que van dando forma a nuestro verdadero yo. Ese dejarnos fluir para reencontrarnos con nuestro yo crítico, con el creador, con ese ego que nos vuelve seres mágicos. En sintonía con nuestro alrededor. Común e individual. Lo natural. Verdadero.

Un ensayo lleno de referencias literarias, filosóficas, citadas con gran sabiduría y solemnidad que nos hace volver sobre lo leído para disfrutar de la reacción que experimentamos al darnos cuenta de lo que realmente importa. Frases que dejan huella. Frases que nos silencian para llegar a ser.

Respira. Lee. Fluye.