Patria.

Cuando hablamos de patria lo hacemos desde la dualidad del significado, desde la división que dejaron los años de la guerra y que, lamentablemente, seguimos imponiendo a pesar de que la patria es sólo una palabra que nos designan como cuidadanos de un país.


Y cuando leemos Patria de Aramburo nos damos cuenta que las divisiones siguen apareciendo en más territorios, que ya no es la guerra la que las genera sino los propios rencores de querer pertenecer o no a una patria.


Porque hay gente que muere por su patria. Porque hay gente que mata por su patria.


Y no sabemos cuál de ellos provoca más miedo, si el que muere o si el que mata ya que, ambos destruyen. Destruyen familias, desprecian amistades, sentimientos y creencias. Destruyen la humanidad.


Porque Fernando Aramburu nos deja reunirnos con dos familias vascas, la del Txato, la de Miren, que ven enfrentados sus pareceres por la necesidad de querer ser o de querer no ser uno más. Porque la lucha de ideales se convierte en terrorismo cuando ya no sabes dónde están esas ideas que te hicieron luchar. Cuando ya no preguntas el por qué. Cuando ya no sabes para qué.


La novela nos deja al descubierto la conversión de la rebeldía inocente en la barbarie sin control. Ese algo en lo que siempre has creído por convicción, por devoción, por que no hay más remedio si quieres pertenecer a la parte vencedora porque los muertos ya han perdido, al igual que sus familias. Pero cuando pasa el tiempo y pasas a contemplar la vida que has dedicado a la causa que creías merecedora de tanto sacrificio, ahora ya no lo es tanto… Ahora ya no lo es tanto.


La realidad que encontramos en las páginas de este libro es la que escribe la historia, la de una parte de nuestra patria.


Patria.

Encerrados.

Venganza.

La venganza deja al descubierto la imagen más oscura de cada uno. Nos alienta a seguir adelante pero con los deseos miserables y ruin, sin espacio para el perdón, la piedad, la serenidad.

Cuando una situación nos viene dada con ese sabor amargo por alguien que no esperábamos, la decepción que experimentamos, ese ridículo atroz que nos va haciendo más y más pequeños, queda perfectamente dibujado y legitimado por esos deseos de hacerlo pagar. Venganza.

La venganza nos corroe, nos va consumiendo con ese deseo permanente de seguir haciendo daño. La venganza se cuece a fuego lento.

¿Hasta qué punto puede llegar una persona por venganza?

En Encerrados, Megan Goldin nos muestra el abismo que hay entre una vida, diríamos, normal y la eficiente y atemporal de un financiero, un bróker de Wall Street ya que, los primeros trabajan para poder vivir una vida modesta, sin necesidades pero sin llegar al lujo sin complejos, los segundos viven para trabajar, para pagar una vida que sin dicho trabajo, sin ese estatus social nada sería posible.

No hay relaciones entre ellos sólo el precio de compra de cualquier cosa.

Porque en ese mundo todo se puede comprar. Todo excepto una vida, una oportunidad de redención.

A medida que nos vamos adentrando entre las páginas de Encerrados nos envuelve una sensación de claustrofobia, de oscuridad, de olores insanos. La codicia se abre paso y la maldad queda a tu alrededor. Son descripciones tan reales que debemos detenernos para tomar aire y ver que todo sigue igual pero tú sigues queriendo más. Más párrafos, líneas, renglones, palabras que nos sigan engatusando y haciéndonos ver que todo es posible en el mundo de Megan Goldin.

Thriller que atrapa desde el principio con un impactante flash back en el que necesitas saber qué ocurre con Sam, Sylvie, Vincent, Jules y con la irrepetible Sara Hall.

¿Te atreves a meterte dentro?

El visitante.

Las historias que contamos, las que escuchamos, forman parte del mundo del ser humano. Los hechos que en ellas se cuentan se basan en verdades universales y dichas verdades se apoyan en sucesos que han ocurrido o que podrían ocurrir como hecho verosímil.

Leyendas, mitos, monstruos, fantasmas…

Miedo.

El miedo es una parte esencial de nosotros. Convive y se relaciona con los demás al igual que lo hacemos nosotros cada día. La sensación que produce el miedo nos deja un estado de alerta continuo que activa nuestra mente, nuestro organismo para dejar cualquier emoción a flor de piel.

Porque sin miedo no seríamos. Sin miedo no quedaría nada nuestro. Porque nos hace ser cautos, valorar lo que tenemos, lo que debemos hacer en cada momento sopesando los pros y los contras de cada hecho, las consecuencias en sí mismas. Sin miedo olvidaríamos la atención y toda fuerza vital para continuar con nuestra vida.

El miedo nos hace prudentes. Sin él la imprudencia se haría de lleno con la situación dejándonos sin futuro alguno.

Stephen King maneja el miedo como un arte en sí mismo. Se adentra en la exposición de los hechos haciéndonos entrar con él en su mundo dejándonos ojipláticos con el desencadenante de cada una de ellas.

El visitante de Stephen King es una oda a todas aquellas leyendas urbanas que alguna vez hemos escuchado de nuestros amigos, nuestros padres, algún conocido arengándonos, a fin de cuentas, por algún comportamiento temerario que hemos tenido en un momento concreto.

El coco (o el cuco), Slenderman, el hombre del saco, esas historias que nunca has creído pero que se han quedado aguardando en tu interior avisándote, cuando la temeridad nos acecha, de que hay algo que nos impide ser imprudentes.

Pero, ¿qué pasaría si alguna de estas historias cobrasen vida propia? ¿Te atreves a descubrirlo? No te arrepentirás.

https://www.youtube.com/watch?v=3IbSgRTryx4

Los crímenes azules

Las apariencias engañan”.

Las apariencias nos definen como una mera tarjeta de visita, como el folleto que se deja olvidado en el parabrisas de un coche, como la publicidad de cualquier producto deseoso de ser adquirido.

Nos dan la oportunidad de vendernos, de dejarnos elegir entre una multitud que, sin ir más lejos, también los evidencia esa necesidad constante de sobrevivir. Cuál etiqueta, nos pueden llevar a lo más alto o, por el contrario, dejarnos caer sin piedad.

Cuando viajamos en metro, autobús, tren, nos vemos rodeados de gente que, sin haber cruzado una palabra, un gesto con ellas, nos atrevemos a formarnos una historia para completar la imagen que nos proyectan. A veces, coinciden. La mayoría ni si quiera se acerca lo más mínimo.

En Los crímenes azules de Enrique Laso, Ethan Busch, agente especial de análisis de conducta, deberá resolver uno de los casos más sonados: dos cadáveres encontrados de manera casi simultánea, dos historias distintas, entrelazadas por un suceso atroz.

Se dejará el agente Busch guiar por las apariencias o, en su caso, llevará el caso hasta el extremo exprimiendo cada gota para, así descubrir la verdad?

Reconocerás las apariencias y sabrás desentrañar su lenguaje? Descúbrelo.