La mujer que tenía los pies feos.

Fotografía: Gaelia Smith.

Las relaciones. Pilares fundamentales.

Los tres pilares fundamentales en los que se sustenta una relación son, a mi entender: el amor, la confianza y la independencia.

Cada persona es única, no una mezcla confusa de ambos.

Si esta independencia se pierde entra en juego la codicia humana, el afán del ser humano por controlarlo todo, que incluye a la otra persona y, esto hace que se difumine la línea en la que se deja de ser uno para vivir desde el lado de la otra parte, para convertirse en un trasunto del otro.

La sensación de dominación queda relegada al libre albedrío. Ya no hay reglas. Gana el que más aguante. Y lo que antes era, queda relegado a ser una sombra , un recuerdo de lo que fue para respaldar las decisiones sin bases, para pensar en común sin creer, perdiendo la individualidad que lo definía.

Una pareja no te resta. Nunca.

Una pareja suma. Suma todo lo que se necesita para complementar, no para dominar.

Una pareja beneficia a la otra parte para seguir siendo uno y, aún así, estar acompañado, en todos los sentidos. Todo lo demás se torna tóxico. Gris.

En La mujer que tenía los pies feos de Jordi Soler, se nos describe, de una manera tragicómica, la pérdida paulatina de la personalidad para adherirse a la de una pareja elegida con esmero; con anécdotas variopintas y acciones maquiavélicas nos va infundiendo esa inseguridad de no saber quién eres, quién quieres ser o cómo quieres ser dentro de esa comunión afectiva.

La pareja.

La pareja une, crece, aprende. Nutre.

Sé tú, contigo para poder ser con los demás.

La orilla celeste del agua.

Fotografía: Gaelia Smith

Albergamos una inteligencia social que desde el principio de nuestros tiempos está destinada a la acción.

Ahora, en nuestra era digital, queda acotada a las raquíticas frases recibidas que devoramos desde alguna de las innumerables pantallas de nuestros dispositivos electrónicos. Y cuando interaccionamos con algunos de esos followers ofrecemos la impresión que cada uno merece de nosotros, esa parte bien distinta que, intencionadamente, no se acerca a lo que realmente somos.

Sin embargo, cuando tenemos la posibilidad de accionar esa compatibilidad social cara a cara, quedamos agazapados en nuestro cubículo sin tener nada que contar, sin revelar todo lo irreal.

Porque ya no hay filtros. Porque nada se lee, todo se siente.

Lo que mueve el mundo en esta era digital es la producción material. Cuanta más producción generes mayor valor obtienes pero, ¿Dónde queda la satisfacción de nuestro interior?

Esta contrapartida está dotada de la nutrición de nuestro ser, la posibilidad de centrarnos en lo que nos hace grandes y crecer alimentando nuestra alma. Permitirnos ese gozo que viene dado por lo abstracto, lo inmaterial pero que deja una huella incandescente en nuestro interior que nos permite aprender a ser lo que necesitamos ser, lo que queremos ser.

Desconectarnos de lo material para poder entrar en contacto con lo natural.

En La orilla celeste del agua, Jordi Soler nos reafirma las pautas para cultivar, para moldear nuestro ser mediante todo aquello que nos produce un beneficio espiritual, propone la desconexión de todo lo que nos aleje de nosotros mismos; crear un mapa de senderos que nos muestren el camino para realizar nuestra mejor versión.

Maravilloso ensayo que pone de manifiesto las diferentes artes y la necesidad del silencio para complacer nuestra alma.

Conocernos y reconocernos en lo que queremos y no en la imposición infructífera de lo material.

Para. Escucha. Siente.

Mapa secreto del bosque.

Fotografía: Gaelia Smith.

Nuestra existencia transcurre entre un murmullo constante y atronador que no cesa.

Esta secuencia de sonidos inacabables nos aboca a esa socialización constante e insustancial, entendida ésta como la obligación de ese contacto superficial con los distintos caracteres que nos rodean para, así, poder seguir estando dentro de lo marcado. Dentro de lo considerado normalidad.

Nos han enseñado, a lo largo de los años, a no pensar por nosotros mismos. Lo hacemos mediante el grupo. Un grupo reinventado para tal fin. Porque necesitamos la socialización, pero de manera individualizada. De manera natural.

Porque no nos planteamos si lo que se nos dice es bueno o es malo, si es conveniente o no, si aporta coherencia o todo lo contrario.

La individualidad se ha perdido para pertenecer a lo global. Ya no optamos a la posibilidad de estar solos sin generar extrañezas en las miradas de los demás. No sabemos ser críticos con las imposiciones porque damos por supuesto que es lo óptimo, que es lo elegido por lo común.

Debemos volver a pensar. Tenemos que volver a aprender. Pero para ello hay que aprender a escuchar. Escuchar el silencio de nuestro pensamiento crítico, aquel que ordena todas esas sentencias que proclama la comunidad. Porque es global.

El silencio nos da la posibilidad de vaciarnos de ese murmullo constante y escuchar a nuestra esencia, aprender a conocer de lo que estamos hechos y el por qué hacemos lo que hacemos. A tener sentido.

Se nos imponen los pensamiento de la misma manera que se marcan los caminos, las carreteras. Los pasos y los prohibidos. Y nos dejamos guiar para no preocuparnos por las decisiones, por las consecuencias que derivan de ese pensamiento crítico. Ya no hay responsabilidad.

La posibilidad de adentrarnos en el bosque que nos propone el gran Jordi Soler en su libro Mapa secreto del bosque es el trasunto de adentrarnos a nuestro interior, volver a coger las riendas de lo que somos, de nuestra esencia, de la racionalidad y la sabiduría.

Llegar al punto álgido de evocar los pensamientos que van dando forma a nuestro verdadero yo. Ese dejarnos fluir para reencontrarnos con nuestro yo crítico, con el creador, con ese ego que nos vuelve seres mágicos. En sintonía con nuestro alrededor. Común e individual. Lo natural. Verdadero.

Un ensayo lleno de referencias literarias, filosóficas, citadas con gran sabiduría y solemnidad que nos hace volver sobre lo leído para disfrutar de la reacción que experimentamos al darnos cuenta de lo que realmente importa. Frases que dejan huella. Frases que nos silencian para llegar a ser.

Respira. Lee. Fluye.