Trajes de etiqueta

Esto no es una reseña.

Esto es una necesidad de compartir el arte, la literatura y la poesía; la valentía de haber sabido convertir en haikus de etiqueta el sentido de una vida. Marce Ferrera, amigo de amigos, poeta y rockstar, que tus haikus den la vuelta al mundo.

“Disfruten cada una de las estaciones a tres versos por segundo… pero sin prisa.”

Trajes de etiqueta, Marce Ferrera Castillo, editorial olélibros.

Memorias de una superviviente.

Resulta paradójico escribir una reseña de un libro que se publicó en 1974 y que hoy, en la actualidad, tengamos que referirnos a él como contemporáneo, como algo común que sigue existiendo y existirá mientras perdure esta inconsciencia colectiva a la que estamos abocados a vivir.

Sobrevivir.

Sobrevivir es una palabra con múltiples significados con referencia a una misma realidad: Sobrevivir después de la muerte de alguien (cercano en su mayoría o no); sobrevivir después de un determinado suceso adverso; sobrevivir es vivir con escasos medios; sobrevivir en condiciones adversas. Sobrevivir es seguir viviendo a pesar de las condiciones reales.

¿Pero cuáles son esas condiciones que permitimos que sucedan en este mundo? Guerras, violencia, destrucciones de pueblos enteros, mutilaciones de familias, marcas psicológicas. Muerte.

Pero tienen nuestro permiso, o eso es lo que parece. Eso es lo que parece.

¿Qué debe suceder en el mundo para que permitamos a locos descerebrados jugar al risk en pleno siglo XXI? ¿Quieren jugar? ¡Qué jueguen entre ellos!. Qué jueguen entre ellos.

Pero no. Algo no va bien.

Algo no estamos haciendo bien.

Somos demasiados para permitir que un juego violento y cruel se apodere de nuestras vidas, de nuestros derechos como ciudadanos. De nuestra permisividad. De nuestra humanidad.

¡Ay, me hace gracia! Me hace gracia la denominación que hemos acuñado de nuestro país como muchos otros de un Estado de Derecho. Y cito literalmente la definición de este Estado de Derecho: «en un Estado de Derecho, todos los poderes públicos actúan siempre dentro de los límites fijados por la ley, de conformidad con los valores de la democracia y los derechos fundamentales, y bajo el control de órganos jurisdiccionales independientes e imparciales«. – permítaseme unas risas irónicas en cada una de las descripciones de este nuestro Estado y lo paso a argumentar:

Límites fijados por la ley. Valores de la democracia. Derechos fundamentales (esto es lo que me causa más risa irónica). Controlados por órganos jurisdiccionales independientes e imparciales (¡pero si el propio festival de Eurovisión esta politizado hasta la saciedad!) ¡Ay, Estado de Derecho, quién lo tuviera!

Cuando se habla del límite de la ley debiera referirse a la posibilidad de vivir en un estado de paz, respetando la libertad de la otra persona sin poner en riesgo la propia. Es decir, poner en conceso cualquier propuesta democráticamente llevada a las urnas y ser, en base a ello, lo más justos posible con el voto democrático (vuelvo a utilizar la misma palabra porque así dice el refrán: dime de lo que presumes y te diré de lo que careces(vuelvo a reír irónicamente) para que ambas libertades coexistan en armonía, en paz, en democracia absoluta. En humanidad.

No, no es un pensamiento hippie, ni sobrevalorado. Es lo que queremos todos los seres humanos cuando nos preguntan en las urnas. Cuando te votamos a ti, a ti o a ti. Sé consciente y consecuente. Responsabilidad.

Utopía.

¿Los valores de la democracia de este Estado de derecho me representa en esta sociedad? Pero, ¿sirve de algo vivir en democracia en nuestra época si ni si quiera se cumple en las bases más básicas de nuestra sociedad? ¿Sirvió de algo en tiempos pasados?

Mentiras.

En una guerra, ¡ay las guerras!, ¡Ay Carmela!, se hace de todo menos preservar los derechos fundamentales de los individuos de una nación. El principio más inviolable es el que no cuesta nada violar: el derecho a la vida, porque este derecho ya no existe como tal porque una vida cuesta muy poco. Cuesta unos cuantos likes en Facebook o Instagram, cuesta lo que una novia, lo que un novio, cuesta lo que el dinero, lo que el petróleo. Cuesta nada en comparación al milagro en sí de la misma. Nada.

Pero añadimos más argumentos ante esta desfachatez: «en los artículos 15 al 29 y el 30.2, incluyen la protección de la vida, la integridad física y moral, la libertad ideológica, religiosa y de culto, así como la libertad y seguridad personal. También se garantiza el derecho al honor, la intimidad personal y familiar, y la propia imagen, además de la libertad de residencia y circulación.» No lo digo yo, lo dice la Constitución Española, esa tan olvidada acta de los españoles. ¡Qué tiempos aquellos!

Me he criado en una ciudad donde se firmó la Constitución de 1812, La Pepa, y es una ironía que los firmantes pasen por encima de ella como papel mojado, en todo, por todo, ante todo. Porque nada de ella se asemeja a nuestra realidad. Pero la estudiamos, la estudiamos para ser buenos papagayos españoles en las oposiciones a un trabajo del estado, ¡claro, que cabeza la mía, la constitución es ley! ¡Ay, Carmela!

Pero volvemos al tema: supervivencia.

Sobrevivir, aparte de a las innumerables guerras que están ocurriendo hoy día, sobrevivir a la cobardía del ser humano, a la miseria del Estado de Derecho en el que piensan que vivimos, (¡mundos de Yupy, Mi pequeño Pony, quién no recuerda esos mundos imaginarios!); sobrevivir a la perdición del dinero por el dinero, sobrevivir ante injusticias a pie de calle, a llevar la razón, a ser más que tú, a ser mejor. A ser el señor de la guerra. ¡Que vergüenza!

Por nada. Para nada.

Doris Lessing, premio nobel de la literatura europea, nacida en Irán en 1919 (qué ironía); Doris Lessing, en Memorias de una superviviente explora la desintegración social y la lucha por la supervivencia dentro de un mundo hostil y decadente visto desde los ojos de una niña de 17 años, nutriéndose de la violencia, la necesidad de ser el más fuerte, entre la barbarie y el caos; en una ciudad donde el abandono y la podredumbre son el medio de vida, donde las relaciones son mero instrumento para sobrevivir.

«En una ciudad caótica donde las ratas y las bandas de jóvenes errantes siembran el pánico, donde el gobierno se ha colapsado e impera la violencia irracional, una mujer -de mediana edad y clase media- queda al cargo de una niña de doce años a quien debe criar

¡Qué necesidad tenemos de criar hijos dentro de un sistema perdido!, ¡qué necesidad hay de amoldar la niñez a la violencia, a subsistir de la peor manera posible, de permitir que el robo y la violencia sean la Constitución del momento!. ¡Qué necesidad hay!

Sin duda, esta obra de la literatura es un alegato a la no violencia, a la gestión del pensamiento crítico y social, a erradicación de miedos impuestos en un Estado de Derecho. A la conservación de la paz. A la conservación de la humanidad.

Nunca habrá un argumento a favor de la guerra. La guerra es un sinsentido politico-económico en el que el miedo es el canal por donde se infunde el mensaje a la sociedad.

No.

«Sin duda, siempre que se nos aproxima alguien, somos cautela, medimos a la persona en cuestión, miles de mediciones y valoraciones se suceden con increíble rapidez, situandole en el lugar que le corresponde para por fin llegar al callado veredicto.» (Memorias de una superviviente)

La guerra es el camino más fácil, la explosión iridiscente que ciega a la inteligencia social, a la cultura, la consciencia y la moralidad de la humanidad.

No. Mi intención no era hacer un manifiesto, pero es lo único que tenemos en nuestras manos para poder ejercer nuestra voluntad, para alzar nuestra voz. ¡Ya basta!.

Definitivamente no.

No a la guerra.

Difícil.

¿Por qué se robaron nuestro mes de abril?

Y ya lo sabías porque no es lo mismo llegar que irse. No. No es lo mismo. Porque es difícil dejarte ir sin más, aunque siempre terminabas diciéndome que ya fue suficiente, que ya era necesario.

Pero aquí nos quedamos los demás, viendo cómo te vas y sí, sigue siendo difícil.

Difícil aceptar que físicamente no haya un abrazo más, un nuevo reencuentro con tu sonrisa, tu compañía, ¡Joder, qué habilidad tenías para repartir trocitos de tu alma a todos los de tu alrededor!

Difícil, sobre todo cuando tu cuerpo ya no pudo seguir las cientos de posibilidades que necesitaba tu bonita alma para seguir siendo, para seguir estando. !Se te quedó pequeño el mundo!

Difícil normalizar el vacío que provoca ese hueco enorme en el pecho que no quiere llenarse con nada. Inacabable, Insaciable. Injusto.

!Ay, recuerdos!, que duelen como cerrojos que se atrancan de golpe sin dejarte salir de aquí.

Pero, ¿y ahora qué?

Porque me levanto y pienso que vas a ser, como siempre, el primero en comentar mis fotos de los estados. Pero ya no. Ya no.

Realidad que viene pegando duro. Realidad que inunda todo a su paso. Realidad.

Duele porque quise aplazar la despedida y te adelantaste, como siempre, aventurero como eras, explorador de la vida y, ahora del universo que tienes a tus pies.

Indestructible 4.0 era tu lema, así eres. Indestructible, Indescriptible. Porque no me despedí, cierto, pero voy a seguir sin hacerlo, en acto de pura rebeldía, para que sigas estando cerca.

Porque te echo de menos, ahora y siempre.

Me quedo aquí, contando las chelas que me tomé, ¿y tú? Tú quédate, mejor, con el mundo entero.

Con el mundo entero.

La campana de cristal.

Tiempo.

Hace algún tiempo perdí mi esencia.

De un tiempo a esta parte no sé dónde hallarme ni cómo. Es probable que sea una tormenta temporal (tiempo) o no. ¿Es posible que ya no vuelva a encontrarla? ¡Ay, esencia! Cuestiones de necia importancia.

Me encontraba en blanco y negro cuando siempre he sido la mujer de los colores vivos en el alma y en los ojos y ahora estos ojos verdes se han quedado grises, meditabundos y sin brillo.

Todo es cuestión de elecciones. Elegimos cada camino que nos abre unas u otras sendas con resultados muy distintos al que creímos. El tan malvado y temido «y si…»

Añoro ese «cuando sea mayor voy a …», «cuando sea mayor seré…»

Ya soy mayor (Kundera, tú y yo en breve tendremos una cita) y todas esas expectativas se han reconvertido en algo totalmente distinto a lo planeado. Ya lo dice mi madre: «como que no se pueden hacer planes».

Puede que sea el tiempo que pone a cada uno en su lugar (tópico) o puede que a lo mejor sea yo el fraude y no sepa apreciar esas cosas buenas que da la vida.

No. No tiene caso. No es el caso.

No se trata de esto. No se trata de personas, no se trata de situaciones, de formas materiales, no. Ese algo que brillaba ya no lo hace y aún no encuentro la razón de porqué no lo hace. Soluciones habrá en demasía pero no me hacen referencia porque casi siempre se habla de la parte del ego. No.

Soy feliz. Tengo todo lo que quiero, tengo todo lo que merezco. Tengo tanto que siempre, por donde voy, sonrío (a veces también me pongo brava, pero nadie lo sabe, ¿verdad Lara?) No es nada que esté en mi órbita. Porque todo está donde debe de estar.

Se trata de ese brillo, esa esencia, esa necesidad de encontrase una misma sin juicios político-sociales (no, no soy antisocial, pero tampoco lo contrario), se trata de la necesidad de ser y no de estar, se trata del compromiso que tienes contigo misma y la valentía de parar, quedarte a un lado, respirar, observar y seguir.

Respirar, observar y seguir.

Siempre he sido libre por naturaleza en el alma, siempre he defendido los valores intrínsecos del ser humano y no las referencias materiales y monetarias que alguien pueda conseguir (¿de qué sirve el dinero si no sabes quién eres?)

Soy libre para ser, para sentir (ahora entiendo todas esas frases que hablabais Yeyo y tú, mamá, en el salón de casa) para adentrarse dentro del alma. Que siga el mundo su andar frenético, las personas que saben buscar encuentran lo que necesitan. Siempre. Quien busca, encuentra.

Mi esencia sigue conmigo, claro que sí. Pero necesito que brille con esa intensidad insultante con que lo hacía antes y sentir de nuevo esa libertad en el alma para derribar cualquier imposición aprendida de forma artificial.

Ahora que escribo sé que debo despojarme de todas esas necesidades impuestas y vivir un poco más pegada a mí, a mi ser y a mi órbita. Se trata de tiempo para ser, tiempo para crear y para crecer. Simple aunque complejo.

¡Ay, Laurita, qué necesario fue el libro de Sylvia Plath! Siempre tienes ese as en la manga, siempre me lees entre líneas y, sin darte cuenta, sabes qué necesito y cuándo. Es importante tener a alguien como tú muy cerquita del alma.

Cuando leí La Campana de cristal de Sylvia Plath me replanteé muchas de las verdades que tenía ante mí y que, por desconocimiento, creía erróneas. Siempre se aprende algo nuevo con un buen libro. Pero este conocimiento se me fue dando paulatinamente, cuando asimilas los pasajes, las vivencias y entiendes bien qué debe significar una campana de cristal en una vida, qué es lo que puede hacer una campana de cristal con la esencia de una persona.

La campana cae cuando menos te lo esperas y después es difícil levantarla sin ayuda.

Levanta tu campana, somos muchas almas en conexión continua. Siempre alguien viene cuando debe hacerlo. Energía para romper cualquier cristal que se interponga entre tú y tu esencia.

Vive, ama y siente.

Levanta tu campana.
Se.

El proceso y Kafka en la orilla.

Febrero. ¡Ay, febrero!

Mes de Kafka, de Murakami. Mes de reflexiones internas para una virgo/libra tan definida como yo. Reflexiones personales, familiares y sociales.

¡Ay, Kafka! ¡Cuánto entiendo ahora tus palabras!.

Ya había leído algunos cuentos, como la gran mayoría. Y yo, que escojo los libros con los ojos cerrados (sino lo tengo claro desde el principio, porque a veces me vienen flashes en los que sé qué tengo que leer en ese preciso momento) mi mano separó el lomo de El proceso de todos los demás. Y qué verdad, qué verdad me deparaba el destino. Una verdad tan personal como social. Porque nadie se libra del proceso personal pero, ¿y del social?

Personal. Porque he descubierto mi fuerza y mi coraje. Porque ahora ya sé donde dirigirme, hacia donde tengo que ir para seguir encontrándome conmigo misma. Gracias a ti que supiste como encauzarme. Ahora sigo. Y sigo. No sé si será la causalidad (sí, está bien escrito) de la edad que me acontece o la misma forma de ser irreverente y pausada, inconformista e indecisa (tengo dentro esa virgo/libra en batalla continua) que me determina este autodescubrimiento de lo que quiero y lo que no, de lo que necesito y lo que no. De los encuentros, las despedidas, los que siguen, los que ya no, los que echo de menos y los que no. De los reencuentros (¡me gusta hablar contigo, hermana, ¡ya te lo he dicho!) de la gente que no quieres a tu lado…

¡Ay, Febrero!

Febrero, mes del frío en Sevilla, de días de lluvia intensos, de carnaval de Cádiz, de vuelta a la realidad y a la misma secuencia del año anterior, pero de distinta forma, porque ya no eres la que eras. Ayer eras distinta a la de hoy. Eso seguro, por lo que escuchas, lo que lees, lo que aprendes o quieres desaprender.

El proceso, de Kafka ha marcado en mí una línea divisoria, un antes y un después, porque los libros enseñan a ser y a sentir de un modo distinto a como lo hacías antes. Porque siempre llegará el momento de tu propio proceso interno, de esas malditas preguntas que te haces y no tienes respuestas hasta que consigues compaginar tu vida y tu universo (sé que aquí no hay mucha gente que piense como yo) y puedas dormir haciéndote esa pregunta sin respuesta y, créeme, la tendrás. Te guste o no, la respuesta estará en tu mente. A partir de ahí, tu ego sabrá si quiere o no aplicarla a su realidad.

¡Ay, Murakami!

Me considero fiel seguidora de tu mundo paralelo al nuestro (mis compañeros de trabajo dan fe de ello), ese mundo Inter terrenal al que conocemos porque para mí es esencial esa doble perspectiva, ese otro camino que albergamos para llegar al mismo sitio. Mi universo paralelo que te transforma en la persona que realmente eres. Murakami es mi propio agujero de gusano a mi realidad alternativa y Kafka, las botas a la realidad más absoluta.

Ambas obras, que nada tienen que ver entre sí, han sido referentes en mi vida, en lo que llevamos de 2025 porque, en mi realidad paralela sólo entran los contados, porque me gusta saber que el universo está dentro de nosotros transformándonos profundamente como seres en conjunto e individuales y eso, Murakami, me lo pone en bandeja, porque parece que escribe para mí, como ser único. Porque a veces es mejor esa perspectiva que tengo a la realidad real que nos envuelve.

Pero Kafka me hace reflexionar desde mis más oscuros pensamientos, sobre mis actos, sobre lo que soy, en lo que me he convertido, en lo que vendrá más adelante. Es increíble esa línea tan delgada que hay entre la perspectiva de sentirse procesado o atacado. Ninguna respuesta es certera, solo está tu interior y el mundo que te rodea. ¿Eres consecuente contigo misma? ¿Sigues tu propia coherencia? Os aseguro que para una virgo/libra insegura, es difícil responder a estas preguntas. Sólo sabes que si el mundo sigue su curso universal, vas por buen camino.

Todo lector de Kafka acaba envuelto en una situación kafkiana. Dependiendo de la posición, la magnitud del proceso en el que te ves envuelto será más o menos lógica. En mi caso, os digo que los resultados alcanzan los límites del surrealismo más arcaico conocido hasta ahora. Porque sigo sigo siendo terriblemente irracional y competente, impulsiva y prudente, sensible y dura. Contraposición tan ilógica que casa completamente con la realidad certera.

Siempre seremos juzgados por alguien pero, lo peor es que ese alguien seamos nosotros mismos.

El mundo de los sueños y el de la realidad. El proceso, de Kafka; Kafka en la orilla, de Murakami.

¿Cuál te apetece leer?
Prueba.

El país del miedo.

La violencia.

La violencia como objetivo de separación.

El miedo que se instala en nuestro comportamiento para alterarlo y, así, ver lo diferente de una forma obtusa, deforme. Amenazante.


El miedo genera desconcierto, amenaza, situaciones inesperada, individualismo y odio a lo que no conocemos. Desolación.

Nos enseñan a odiar lo diferente. Desechamos a las personas diferentes. Dejamos a un lado lo real para infundirnos en una sociedad recreada de monstruos y amenaza constante hacia nosotros mismos.

Si eres diferente pierdes. Pierdes porque el grupo te abandona por miedo a que se les señale como encubridores. Alguien a quien la violencia persigue y señala con sus puños de hierro se convierte en miedo. Porque si estás al lado de alguien diferente, tú también serás violentado.

Una sociedad miedosa genera diferencias. Diferencias cada vez más grotescas y absurdas. Cuantas más diferencia se genere entre sus habitantes, más desconfianza habrá. El miedo será primordial.

El odio impera ante lo desconocido. Amenaza tus bienes, te deja desamparado. Porque el miedo te quita más y más.

Porque hay diferencias y esas diferencias se estigmatizan. Generan desorientación, incoherencia y, por lo tanto, intolerancia. El bien sabido: yo no creo en esto pero…

Sociedad individualizada.

Uno mira por si mismo y lo que le suceda al vecino no incumbe: yo estoy bien, ande yo caliente… Virgencita que me quede como estoy.

Esto es lo que genera la sociedad del odio, del miedo y de la separación.

Porque si estamos separados quedaremos solos, sin posibilidad de unión ante cualquier situación de vital importancia: nadie alzará la voz, porque se necesitan varias voces para ser escuchados y nadie quiere señalarse hoy en día.

Pero, ¿Cómo podemos actuar ante ciertos tipos de violencia? ¿Cómo podemos actuar ante una persona violenta, ante una ley que no protege, ante una sociedad sordomuda?

Isaac Rosa en El país del miedo propone una sociedad desequilibrada. Desequilibrada por miedo a todo y a todos, por cómo cada individuo adquiere su rol en estos entresijos de la violencia y como se ejecuta el teatro de lo absurdo y lo antinatural.

Obtenemos, en este libro, una visión general de las diferentes violencias que asolan nuestro mundo y la propensión de ciertos individuos a declararse violentos, señores de la guerra sucia del pueblo, la violencia pactada y desconsiderada.

Ciertos tipos de miedos son infundados por el aparato del estado que nos necesita separados para que la voz no se oiga, para que el pensamiento esté reprimido. Para evitar la represalia hacia lo inevitable. Nos entretienen entre nosotros para desviar nuestra atención de lo que sigue siendo importante y seguirá sucediendo en un país del miedo a todo por el todo.

La violencia sólo puede traer violencia. No hay diálogo en una situación donde imperan los golpes. No hay sentido común. Solo impera la ley del más fuerte. Del que golpea más. ¿Es justo para nosotros?

El verdadero enemigo no está entre nosotros, sino contra nosotros. ¿Podremos generar conciencia de grupo y conseguir derrotar al miedo? ¿Cómo sería vivir en un mundo sin la amenaza constante?

¿Podríamos hacerlo? Da un paso adelante.

¡Ya!

A sangre fría.

Leer.

Cuando leemos lo hacemos por diversos motivos: divertimento, aprendizaje, distracción, etc. Leer nos transporta a nuestra realidad paralela, la que nos hace recrear un mundo imaginario, compartido en esencia entre el autor y el lector. Y todo está dentro de la escena de ficción.

Ficción con toques de realidad. Ese podría ser queda en suspensión al pasar las páginas de nuestro libro.

Pero hay veces que esta ley cambia. Queda la realidad. Quedan los hechos reales. La verdad. El retrato del suceso, la descripción de una biografía.

Y te paras en la lectura, buscas en internet y encuentras fotos, hechos y sucesos que retratan las líneas de tu libro. Y no queda ni un ápice de imaginación al respecto porque todo es real. Se trata de la cruda realidad en sí misma. Y tu reacción cambia al volver a recorrer los párrafos del libro.

A sangre fría.

Truman Capote. Con esta novela sentó las bases de lo que hoy conocemos como true crimes.

Para mi era, hasta hoy, una historia desconocida. Miraba el libro en la estantería, primero de mis padres y ahora en la mía, en mi cuarto, en mi rincón.

Caso real con referencias a cartas, declaraciones, informes policiales; y el libro va tomando esa forma de realidad. Y sabes que sucedió así, tal cual se cuenta. Y todas las personas que en él aparecen. Demasiado reales. En una ocasión, a mitad del libro, no pude leer más, por miedo, terror a que fuera verdad. Y lo es.

Lo fue. Porque la familia Clutter existió en Kansas, en Garden City y sabes como era Nancy, como era Bonnie, Kanyon, Herb. Y solo entiendes que fue una locura maquinada por las mentes más perversas trasladadas a lo cotidiano. A lo mundano.

Difícil de aceptar que no sea solo ficción.

Difícil definir qué he sentido finalmente con este libro.

¿Lo recomendaría? Depende de la solemnidad que se le dé a la propia historia.

Depende de ti.

Personas decentes.

Decencia.

Personas decentes.

¿A qué llamamos ser una persona decente o, mejor dicho, en qué basamos la definición de ser una persona decente?

Hablaríamos de honradez, hablaríamos de rectitud. Pero, ¿en qué sentido? ¿Compromiso? ¿Coherencia? Decencia.

Según su definición, decencia hace referencia a la compostura correspondiente a cada persona. Comportamiento sólido dado por un contexto definido en la realidad de cada persona. No se puede medir la decencia a menos que sea comparándola directamente con las situaciones ocurridas. Experiencias.

Pues bien, teniendo en cuenta el significado podríamos hablar en mayor medida de coherencia. Porque la situación es la que define por completo los límites de la honradez de cada persona. Coherencia entre el significado y el significante, entre la acción y sus complementos. Entre la situación y su actuación.

La acción y su correlativa honradez. ¿Qué fin justifica el medio? ¿Cómo confirmar las consecuencias desde un significado incompleto? El contexto.

En Personas decentes, Leonardo Padura nos muestra la trayectoria de aquellas personas que retrata como decentes, en su mayoría arquetipos de diferentes clases sociales y coherentes con su rutina diaria, actuando en consecuencia, complementando sus acciones con la honradez que le permite cada situación. La vida les dispone una permanencia en sintonía con la posibilidad de vibrar bajo un mismo encuadre pero con diferentes prismas.

¿Cuál es el tuyo?

Los perros que nadie quiere.

Liderazgo o tiranía.


Lealtad o miedo.

Y seguiremos confundiendo estos términos hasta la saciedad. Individual y socialmente y no por su significado, distinto en cada término, sino por nosotros mismos, por la percepción social que llevan impregnados, por la gestión de poder. Por nuestra condición.

Pero, ¿Quién se encuentra arriba de la cadena de mando? Y, a su vez, ¿Quién dirige los hilos? ¿Cómo hay que mantenerse en pie, desde la tiranía o desde el liderazgo?

Líder, tirano. Combinación o antítesis de una misma realidad. La que nos rodea, porque no se puede ser un líder en un mundo dominado por los tiranos, porque en un mundo tirano el liderazgo está de más. Sobrevalorado.

No interesa.

Porque un líder confía en la gestión de poderes, en la meta a conseguir. Y lo consigue. Porque un líder va creando lealtad a su paso, confianza; el tirano, a su vez, gestiona su poder con mentiras, rencor, miedo.

¿Qué quieres ser?

En Los perros que nadie quiere de Juan González Mesa, se ponen de relieve estas dos realidades incompatibles en la sucesión de dos generaciones en la familia Claro en la que, una primera está sembrada por los temores de la tiranía y la segunda se apoya en la lealtad del liderazgo. El reino del terror contra la sabiduría de la confianza.

Contra el miedo, nadie es fiel. Sobrevive. Sálvese quien pueda.


O, ¿Tú no?

La anomalía

Fotografía: Gaelia Smith

Secuencia ambidiestra.

Doblez imposible. Pero imaginativamente cierta.

La conformación de la individualidad la compone los matices de la experiencia y el pensamiento de cada ser. Nos creemos únicos e irrepetibles, ¿realidad o desconocimiento?.

Espejo. Reflejo completo de una realidad. Realidad con ambas caras.

¿Y si nuestro reflejo pudiera adquirir autonomía, obtener, en esa cara oculta, esa vida conformada por nuestras vivencias pero de un modo distinto? Cara B o, ¿sería la principal?

La experiencia es nuestro mapa de vida, lo que nos señala el camino, lo que nos va nutriendo el alma con el aprendizaje. Ninguna experiencia, ninguna vivencia es comparable. Nadie vive por ti. ¿O sí?

Si pudiéramos transferir nuestra información (personal y genética) a otra persona tendríamos la posibilidad de autocopiarnos y de confiar que, nuestra cara B siguiera el mismo camino que trazamos sin preguntar si alabaría nuestros logros o, por el contrario, desaprobaría, en su totalidad, la forma en la que hemos invertido tanto esfuerzo. ¿Orgullo? ¿Decepción?

Incompatibilidad de una dualidad de experiencia. ¿Sería posible?

Esto es lo que relata Hervé Le Tellier en La anomalía, un posible encuentro con nuestra doble cara, esa otra versión que nos juzga de forma crítica, y se queda, cerca; y se va sin mirar atrás, o se deshace de lo que somos para convertirse en la mejor versión.

Espectadores de nuestra propia vida.

¿Quién eres, o tu versión? Mírate y compruébalo.