El proceso y Kafka en la orilla.

Febrero. ¡Ay, febrero!

Mes de Kafka, de Murakami. Mes de reflexiones internas para una virgo/libra tan definida como yo. Reflexiones personales, familiares y sociales.

¡Ay, Kafka! ¡Cuánto entiendo ahora tus palabras!.

Ya había leído algunos cuentos, como la gran mayoría. Y yo, que escojo los libros con los ojos cerrados (sino lo tengo claro desde el principio, porque a veces me vienen flashes en los que sé qué tengo que leer en ese preciso momento) mi mano separó el lomo de El proceso de todos los demás. Y qué verdad, qué verdad me deparaba el destino. Una verdad tan personal como social. Porque nadie se libra del proceso personal pero, ¿y del social?

Personal. Porque he descubierto mi fuerza y mi coraje. Porque ahora ya sé donde dirigirme, hacia donde tengo que ir para seguir encontrándome conmigo misma. Gracias a ti que supiste como encauzarme. Ahora sigo. Y sigo. No sé si será la causalidad (sí, está bien escrito) de la edad que me acontece o la misma forma de ser irreverente y pausada, inconformista e indecisa (tengo dentro esa virgo/libra en batalla continua) que me determina este autodescubrimiento de lo que quiero y lo que no, de lo que necesito y lo que no. De los encuentros, las despedidas, los que siguen, los que ya no, los que echo de menos y los que no. De los reencuentros (¡me gusta hablar contigo, hermana, ¡ya te lo he dicho!) de la gente que no quieres a tu lado…

¡Ay, Febrero!

Febrero, mes del frío en Sevilla, de días de lluvia intensos, de carnaval de Cádiz, de vuelta a la realidad y a la misma secuencia del año anterior, pero de distinta forma, porque ya no eres la que eras. Ayer eras distinta a la de hoy. Eso seguro, por lo que escuchas, lo que lees, lo que aprendes o quieres desaprender.

El proceso, de Kafka ha marcado en mí una línea divisoria, un antes y un después, porque los libros enseñan a ser y a sentir de un modo distinto a como lo hacías antes. Porque siempre llegará el momento de tu propio proceso interno, de esas malditas preguntas que te haces y no tienes respuestas hasta que consigues compaginar tu vida y tu universo (sé que aquí no hay mucha gente que piense como yo) y puedas dormir haciéndote esa pregunta sin respuesta y, créeme, la tendrás. Te guste o no, la respuesta estará en tu mente. A partir de ahí, tu ego sabrá si quiere o no aplicarla a su realidad.

¡Ay, Murakami!

Me considero fiel seguidora de tu mundo paralelo al nuestro (mis compañeros de trabajo dan fe de ello), ese mundo Inter terrenal al que conocemos porque para mí es esencial esa doble perspectiva, ese otro camino que albergamos para llegar al mismo sitio. Mi universo paralelo que te transforma en la persona que realmente eres. Murakami es mi propio agujero de gusano a mi realidad alternativa y Kafka, las botas a la realidad más absoluta.

Ambas obras, que nada tienen que ver entre sí, han sido referentes en mi vida, en lo que llevamos de 2025 porque, en mi realidad paralela sólo entran los contados, porque me gusta saber que el universo está dentro de nosotros transformándonos profundamente como seres en conjunto e individuales y eso, Murakami, me lo pone en bandeja, porque parece que escribe para mí, como ser único. Porque a veces es mejor esa perspectiva que tengo a la realidad real que nos envuelve.

Pero Kafka me hace reflexionar desde mis más oscuros pensamientos, sobre mis actos, sobre lo que soy, en lo que me he convertido, en lo que vendrá más adelante. Es increíble esa línea tan delgada que hay entre la perspectiva de sentirse procesado o atacado. Ninguna respuesta es certera, solo está tu interior y el mundo que te rodea. ¿Eres consecuente contigo misma? ¿Sigues tu propia coherencia? Os aseguro que para una virgo/libra insegura, es difícil responder a estas preguntas. Sólo sabes que si el mundo sigue su curso universal, vas por buen camino.

Todo lector de Kafka acaba envuelto en una situación kafkiana. Dependiendo de la posición, la magnitud del proceso en el que te ves envuelto será más o menos lógica. En mi caso, os digo que los resultados alcanzan los límites del surrealismo más arcaico conocido hasta ahora. Porque sigo sigo siendo terriblemente irracional y competente, impulsiva y prudente, sensible y dura. Contraposición tan ilógica que casa completamente con la realidad certera.

Siempre seremos juzgados por alguien pero, lo peor es que ese alguien seamos nosotros mismos.

El mundo de los sueños y el de la realidad. El proceso, de Kafka; Kafka en la orilla, de Murakami.

¿Cuál te apetece leer?
Prueba.

El país del miedo.

La violencia.

La violencia como objetivo de separación.

El miedo que se instala en nuestro comportamiento para alterarlo y, así, ver lo diferente de una forma obtusa, deforme. Amenazante.


El miedo genera desconcierto, amenaza, situaciones inesperada, individualismo y odio a lo que no conocemos. Desolación.

Nos enseñan a odiar lo diferente. Desechamos a las personas diferentes. Dejamos a un lado lo real para infundirnos en una sociedad recreada de monstruos y amenaza constante hacia nosotros mismos.

Si eres diferente pierdes. Pierdes porque el grupo te abandona por miedo a que se les señale como encubridores. Alguien a quien la violencia persigue y señala con sus puños de hierro se convierte en miedo. Porque si estás al lado de alguien diferente, tú también serás violentado.

Una sociedad miedosa genera diferencias. Diferencias cada vez más grotescas y absurdas. Cuantas más diferencia se genere entre sus habitantes, más desconfianza habrá. El miedo será primordial.

El odio impera ante lo desconocido. Amenaza tus bienes, te deja desamparado. Porque el miedo te quita más y más.

Porque hay diferencias y esas diferencias se estigmatizan. Generan desorientación, incoherencia y, por lo tanto, intolerancia. El bien sabido: yo no creo en esto pero…

Sociedad individualizada.

Uno mira por si mismo y lo que le suceda al vecino no incumbe: yo estoy bien, ande yo caliente… Virgencita que me quede como estoy.

Esto es lo que genera la sociedad del odio, del miedo y de la separación.

Porque si estamos separados quedaremos solos, sin posibilidad de unión ante cualquier situación de vital importancia: nadie alzará la voz, porque se necesitan varias voces para ser escuchados y nadie quiere señalarse hoy en día.

Pero, ¿Cómo podemos actuar ante ciertos tipos de violencia? ¿Cómo podemos actuar ante una persona violenta, ante una ley que no protege, ante una sociedad sordomuda?

Isaac Rosa en El país del miedo propone una sociedad desequilibrada. Desequilibrada por miedo a todo y a todos, por cómo cada individuo adquiere su rol en estos entresijos de la violencia y como se ejecuta el teatro de lo absurdo y lo antinatural.

Obtenemos, en este libro, una visión general de las diferentes violencias que asolan nuestro mundo y la propensión de ciertos individuos a declararse violentos, señores de la guerra sucia del pueblo, la violencia pactada y desconsiderada.

Ciertos tipos de miedos son infundados por el aparato del estado que nos necesita separados para que la voz no se oiga, para que el pensamiento esté reprimido. Para evitar la represalia hacia lo inevitable. Nos entretienen entre nosotros para desviar nuestra atención de lo que sigue siendo importante y seguirá sucediendo en un país del miedo a todo por el todo.

La violencia sólo puede traer violencia. No hay diálogo en una situación donde imperan los golpes. No hay sentido común. Solo impera la ley del más fuerte. Del que golpea más. ¿Es justo para nosotros?

El verdadero enemigo no está entre nosotros, sino contra nosotros. ¿Podremos generar conciencia de grupo y conseguir derrotar al miedo? ¿Cómo sería vivir en un mundo sin la amenaza constante?

¿Podríamos hacerlo? Da un paso adelante.

¡Ya!