Confianza. Juventud.
Combinación explosiva que deja secuelas imborrables.
La juventud es la práctica fehaciente de la confianza. Confiamos y arriesgamos. Apostamos a un único número y, a veces, solo a veces, perdemos la jugada. Y caemos irremediablemente.
Y duele. Nos duele porque confiar es una manera de exponerte. Desnudez.
Y esa traición no debe quedar indemne. Pero para ti queda tatuada en tu interior. Imborrable. Y aprendes del error y sabes que la lealtad ya no significará lo mismo. Y te rompes por dentro. Por fuera. Porque la codicia, la necesidad de poder está por encima de todos esos valores que ya no son comprendidos.
Traición y venganza.
Otra dualidad certera. Porque necesitas hacer entender el significado completo de la palabra lealtad. Y, sin embargo, pasamos de víctimas a verdugos. A pagar con la misma moneda.
¿Es necesario? La ley de Talión, ¿merece la pena?
Alberto Salas en su novela La maldición del búho de la Casería relata una historia de juventud y promesas, de amistad y confianza, de traiciones y venganzas, de codicia y poder. Desde mi tierra natal, San Fernando, la novela comienza en un enclave histórico y misterioso: el cementerio de los franceses o, también llamado, como reza en su placa conmemorativa, de los ingleses. Lugar que produce sensaciones contrarias. Inestable, impasible.
Alberto Salas muestra la ciudad De San Fernando, sus calles, lugares emblemáticos desde la mirada del sargento de la Guardia Civil, Guimerá, que será el encargado de resolver el crimen cometido y, que será el comienzo de una novela apasionante y adictiva.
Será capaz de completarlo? Ven. Descúbrelo.