Después de vivir una mala experiencia ya sea en el ámbito amoroso, profesional, familiar, necesitamos una pausa, un momento para desconectar. Un momento para pensar. Necesitamos un cambio que suponga una nueva perspectiva porque, lo único que tenemos claro es que todo tiene que cambiar. Para bien. Para ti. Para mí.
Y, de repente una luz se presenta ante nosotros como una nueva oportunidad de dejar atrás los fantasmas que nos rondan noche y día. Nos dedicamos a ella en cuerpo y alma pero, ¿qué pasa si esa situación nos envuelve hasta ser parte de nosotros? ¿Qué pasa si llega a ser más fuerte que lo que queremos dejar atrás?
Haruki Murakami nos muestra en La muerte del Comendador, la vida del protagonista, del cual no conocemos su identidad, que huye de una mala relación que termina de una forma un tanto inesperada y, queriendo evadirse de todo lo que le rodea, pedirá ayuda a un compañero de adolescencia el cual terminará alojándolo en la casa de su padre, una casa rústica en plena montaña. En ella aún viven los recuerdos intactos de ese pintor de renombre y, nuestro protagonista se verá arrastrado por el misterio que contiene uno de los cuadros y, es a partir de ese momento en el cual, Murakami, haciendo uso de su técnica infalibre, nos envolverá con ese toque de magia e irrealidad verdadera, en un mundo de paradojas y metáforas continuas, en esa trama imposible que acabará formando parte de nosotros.
Al entrar en este mundo ilógico y tan real, ¿sabrás apreciar la verdad o, por el contrario, será difícil confirmar la diferencia? ¿Será esto real? ¿o no?.