A sangre fría.

Leer.

Cuando leemos lo hacemos por diversos motivos: divertimento, aprendizaje, distracción, etc. Leer nos transporta a nuestra realidad paralela, la que nos hace recrear un mundo imaginario, compartido en esencia entre el autor y el lector. Y todo está dentro de la escena de ficción.

Ficción con toques de realidad. Ese podría ser queda en suspensión al pasar las páginas de nuestro libro.

Pero hay veces que esta ley cambia. Queda la realidad. Quedan los hechos reales. La verdad. El retrato del suceso, la descripción de una biografía.

Y te paras en la lectura, buscas en internet y encuentras fotos, hechos y sucesos que retratan las líneas de tu libro. Y no queda ni un ápice de imaginación al respecto porque todo es real. Se trata de la cruda realidad en sí misma. Y tu reacción cambia al volver a recorrer los párrafos del libro.

A sangre fría.

Truman Capote. Con esta novela sentó las bases de lo que hoy conocemos como true crimes.

Para mi era, hasta hoy, una historia desconocida. Miraba el libro en la estantería, primero de mis padres y ahora en la mía, en mi cuarto, en mi rincón.

Caso real con referencias a cartas, declaraciones, informes policiales; y el libro va tomando esa forma de realidad. Y sabes que sucedió así, tal cual se cuenta. Y todas las personas que en él aparecen. Demasiado reales. En una ocasión, a mitad del libro, no pude leer más, por miedo, terror a que fuera verdad. Y lo es.

Lo fue. Porque la familia Clutter existió en Kansas, en Garden City y sabes como era Nancy, como era Bonnie, Kanyon, Herb. Y solo entiendes que fue una locura maquinada por las mentes más perversas trasladadas a lo cotidiano. A lo mundano.

Difícil de aceptar que no sea solo ficción.

Difícil definir qué he sentido finalmente con este libro.

¿Lo recomendaría? Depende de la solemnidad que se le dé a la propia historia.

Depende de ti.

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