El último barco.

La vida se compone de pequeños detalles que nos van mostrando toda esa gama de sensaciones, emociones variadas que nos dejan un regusto complejo y constante que variará según la persona.

En mi caso, se abre paso a grandes zancadas la emoción por el misterio, del interrogante que se crea en torno a un suceso, a un momento concreto del tiempo, un lugar y un espacio determinado.

Porque el misterio te mantiene en vilo intentando, con la sucesión de acontecimientos y la lógica permitida, resolver lo que se acomete en imaginados escenarios o, por qué no, reales.

Pero hay muchas maneras de narrar un suceso novelesco con tintes de género policiaco ya que, normalmente, se nos muestra el acontecimiento que desencadena todo y, a partir de ahí, elucubramos los distintos motivos por lo que todo sucede o ha sucedido de esa forma. Pero no, en El último barco de Domingo Villar no tenemos la certeza de lo que ha sucedido hasta el final de la novela. Mientras, todo son suposiciones, medias verdades sin que nada sea concluyente y sin saber, a ciencia cierta, por dónde seguir esa investigación.

La intuición.

La intuición del inspector Leo Caldas será la fuente inagotable de argumentos en los que se gestan la gran parte de suposiciones porque con la intuición podemos, sin ni tan si quiera tener absolutamente nada, dirigir los pasos hacia un determinado momento, hacia una determinada persona. Y Leo Caldas nos deja claro que consta con una gran intuición pero, ¿será en esta novela donde lo veamos flaquear? ¿Será en esta novela donde lo veamos en punto muerto?

Domingo Villar nos hace seguir el hilo de una novela magistral, auténtico género policiaco que te embauca desde el primer capítulo, capítulos de lectura rápida que te dejan con ganas de más, de seguir intuyendo lo que ha sucedido con Mónica Andrade y de ser parte de la investigación ya que, al acabar la lectura sigues pensando como Caldas para conseguir, de algún modo, la verdad.

¿Tienes buena intuición? Descúbrelo.

La paradoja del bibliotecario ciego.

Se dice que la paradoja es aquello que se muestra contrario a toda lógica. La lógica es lo aparentemente real, aquello que tiene sentido, lo que consideramos, en cierta medida, coherente pero, ¿coherente en ti?, ¿coherente en mí?.

Seguimos los patrones de una vida confeccionada con manos de otro porque, cuando miramos hacia adentro, hacia nosotros mismos, los pensamientos o todo aquello que estamos hartos de repetir una y otra vez nos parecen raros e, incluso, ridículos en comparación con las rutinas adquiridas por los demás.

Miramos la vida desde un cristal equivocado.

Error. Sin corrección.

Porque seguimos haciéndolo sin pensar que lo coherente es lo que de verdad sentimos. Es el bienestar hacia uno mismo, el respeto que tu mismo te dedicas. A ti, sólo a ti.

Pero lo cierto es que lo complicamos todo y cada vez más. Seguimos creyendo que la felicidad duele, que tiene que doler. Esa es la paradoja de nuestra coherencia, de nuestra lógica. Ser una persona feliz no tiene que casar irremediablemente con el sufrimiento. Si eres feliz, serás todo lo que conlleva esa palabra, ese estado de ánimo pero, no por serlo estás abocado a sufrir.

En La paradoja del bibliotecario ciego, los autores, Ana Ballabriga y David Zaplana, muestran esa necesidad de vivir un sentimiento y su opuesto. El protagonista visto, además como antagonista, con esa necesidad de mostrar que cualquier acto requiere una consecuencia.

Camilo, uno de los personajes centrales, autor reconocido por las masas de género de novela negra, representa el éxito y el fracaso, el amor y el deseo desde la visual más violenta, más antifeminista y antisocial pues, por un descubrimiento casual, vivirá y contrapondrá una situación en la que tendrá que poner a prueba su esencia vital. La verdadera importancia de su existencia.

Ninguno de los personajes es lo que realmente nos muestran. Personajes paradójicos, contrapuntos de su propio ser, definiéndose por lo que son y por lo que no son. Lo que hacen y lo que no. Lo que muestran y lo que guardan para sí.

Fantasía y realidad. Violencia y amor, fidelidad y traición. Sí y no.

Paradoja lógica o contrapunto y consecuencia.

Gente de orden

La herencia nos marca.

La herencia vital es lo que nos hace saber de dónde venimos y hacia dónde queremos ir. La herencia vital nos ofrece aquello que alguien hizo pensando en las futuras generaciones: en nosotros

Y no hay nada más bello que el saber que vienes de una familia que, aún en tiempos difíciles, hizo todo lo imposible para que tú fueras la persona que eres. Y que serás.

Muchos reniegan de sus raíces por ser las que fueron, las que siguen siendo, pero lo que no entienden es que si sus antepasados no hubieran actuado tal y como lo hicieron, ellos no serían ellos. Y quien sabe si tan siquiera estarían aquí. 

Carmen nos muestra los origenes de la familia, de una familia trabajadora, de una familia que su único fin es mantener sus raíces, ser fiel a sí mismos y perpetuar sus creencias, su Fe, su ser.

Aunque los tiempos cambien y cambian, siempre cambian, quieren seguir con firmeza sus principios pues en ellos se basa la esencia de la familia. 

Y llegan tiempos buenos y llegan tiempos malos pero siempre unidos. 

Ana Larraz en Gente de orden, novela histórica de costumbre, nos apremia que la familia es esencia y busca perdurar. Nos ilustra de manera fiel los pasajes sucedidos en una España altamente dividida políticamente y marcada por lo que ya se veía venir, los vestigios de una guerra que, aun hoy mantiene la diferenciación de unos y otros. De aquellos y estos. De azules y rojos. 

Una familia es la firma interna que te dice de donde eres, el por qué de las cosas y el arrullo que te falta en momentos de aliento.

Familia. Como la suya. Como la mia.

Los que están y los que vendrán. 

Escribimos nuestra historia familiar?

Universidad para asesinos.

Y… quien no querría volver a su tiempo en la Universidad?

En ella aprendemos, no solo de materias, de asignaturas, de trabajos, también aprendemos a ser nosotros mismos, a encontrar nuestro sitio en el mundo, encontramos los mejores amigos, los más bellos conocimientos. 

Pero todo lo bello puede corromperse. Y no hay nada más nefasto que dejar al lado los principios y valores humanos y, cambiarlos por dinero, posición o corrupción.

En esta obra maestra Petros Márkaris muestra al ya avejentado detective Jaritos en pos de la verdad y honestidad aunque, a veces, para hallarla tenga que mirar hacia adentro. 

Eres honesto? Demuéstralo. 

La Regenta

La Regenta, edición ilustrada de 2006. Legado de nuestra lectora Áurea Bravo.

Lluvia fina

La familia son todas esas personas que nos acompañan a lo largo de nuestra andanza por el mundo.

La familia, aquello que nos une a otras personas ya sea por consanguineidad o por lazos matrimoniales, pero no la elegimos. Cuando nacemos ya está con nosotros. Ya pertenecemos a ella.

Y la primera referencia de nuestra familia son nuestra madre y nuestro padre. Es en ellos donde se apoya el pilar consistente de toda la referencia entre unos y otros. Por nuestros padres estamos ligados a nuestros hermanos, tíos, primos, sobrinos, nietos, etc.

Tener familia es algo que nos completa porque nos pertenece. Somos parte de alguien, de algo, de una sociedad que, además mueve nuestros sentimientos hacia ellos. Pero hay veces en las que, sin darnos cuenta, con una mirada, una palabra, un silencio o cualquiera de nuestros actos puede hacer mella en esa familia, en esos cimientos que vamos construyendo. Y se caen.

Se caen porque ya no pueden soportar más peso. Y, a veces, se quedan ahí, en ruinas. Sin nadie que comience a poner la primera piedra. Porque es difícil agacharse a buscar la que se ha roto. Muy difícil.

Y otras, nos atrevemos a dar el paso para encontrar esa piedra que vuelva a construir esos cimientos, esta vez más sólidos. Pero lo hacemos, por lo que nos une. Y cuesta. Cuesta mucho saber de tus propias equivocaciones con la familia, porque haces daño. Porque no sabes que haces daño. Porque primero el ego nos ciega y después somos conscientes de lo que dejamos en el camino.

Pero se da el paso. Por honestidad, por empatía. Por la familia.

Hay otras familias que sí que las elegimos: nuestros amigos, compañeros. Los elegimos por afinidad o por desafine con respecto a nuestra forma de ser. Porque queremos contrastarnos con alguien que nos haga ver otro punto de vista. Con alguien que vea desde fuera a nuestra familia primigenia. Pero con ellos también construimos y destruimos. Y volvemos a construir y a destruir y, si los cimientos son buenos, lo volvemos a intentar.

En Lluvia Fina, Luís Landero nos habla de los procesos de destrucción de una familia normal, como la mía, como la tuya. Una familia que necesita más amor que miedo, más humildad que orgullo. Más paz que guerra. Y van generándose más y más problemas que engrosan las listas de cada uno de sus miembros y cada vez pesa más el acercamiento. Pero el cofre de todos los secretos y todas las pesadumbres de esta familia lo lleva Aurora, personaje crucial en la novela ya que, por sus palabras y pensamientos sabremos toda la historia que envuelve a Gabriel y sus dos hermanas y todo lo que esconde su familia.

¿Serías capaz de volver a poner los primeros cimientos de tu familia?

Poesía completa.

La poesía.

La poesía nos hace moldear nuestra alma desgarrando las palabras que nos susurran los sentimientos más profundos que ni si quiera sabíamos que estaban ahí.

Cada palabra de cada poema nos va quitando el peso que nos oprime la garganta sin poder hablar, sin poder expresar con nuestra voz dormida de significados las líneas de nuestra mente.

Nuestro poema es el renacer de ese algo intenso que da forma a nuestros sentimientos, porque hay poemas tan distintos como palabras, como sentidos. Es nuestro reflejo con palabras. Vernos reflejados en los textos, en los ojos de otros para poder interpretarnos como necesite.

Porque cada poema tiene su interpretación, tan distintas como personas hay en el mundo. Y todas correctas.

Todas serán correctas mientras remuevan algo en nuestro interior.

Y así lo hacía Alejandra Pizarnik, en sus libros de poemas. Ella conseguía plasmarse en el papel para analizarse, para sentirse. Se dejaba escribir, se dejaba arrugar, amasar, desgarrar hasta formar un todo perfecto. La perfección en cuatro, cinco, diez líneas.

Lo hacía. Lo conseguía.

En su Poesía completa, encontramos poemas de diferente índole y buscaremos cuando necesitemos de ellos. Para purificarnos, para machacarnos. Pero, así, seremos diferentes a lo de antes. Porque ella sorprendía y desbarataba todas las teorías posibles a su paso.

Y lo hizo. Y lo consiguió.

DEP.