Mapa secreto del bosque.

Fotografía: Gaelia Smith.

Nuestra existencia transcurre entre un murmullo constante y atronador que no cesa.

Esta secuencia de sonidos inacabables nos aboca a esa socialización constante e insustancial, entendida ésta como la obligación de ese contacto superficial con los distintos caracteres que nos rodean para, así, poder seguir estando dentro de lo marcado. Dentro de lo considerado normalidad.

Nos han enseñado, a lo largo de los años, a no pensar por nosotros mismos. Lo hacemos mediante el grupo. Un grupo reinventado para tal fin. Porque necesitamos la socialización, pero de manera individualizada. De manera natural.

Porque no nos planteamos si lo que se nos dice es bueno o es malo, si es conveniente o no, si aporta coherencia o todo lo contrario.

La individualidad se ha perdido para pertenecer a lo global. Ya no optamos a la posibilidad de estar solos sin generar extrañezas en las miradas de los demás. No sabemos ser críticos con las imposiciones porque damos por supuesto que es lo óptimo, que es lo elegido por lo común.

Debemos volver a pensar. Tenemos que volver a aprender. Pero para ello hay que aprender a escuchar. Escuchar el silencio de nuestro pensamiento crítico, aquel que ordena todas esas sentencias que proclama la comunidad. Porque es global.

El silencio nos da la posibilidad de vaciarnos de ese murmullo constante y escuchar a nuestra esencia, aprender a conocer de lo que estamos hechos y el por qué hacemos lo que hacemos. A tener sentido.

Se nos imponen los pensamiento de la misma manera que se marcan los caminos, las carreteras. Los pasos y los prohibidos. Y nos dejamos guiar para no preocuparnos por las decisiones, por las consecuencias que derivan de ese pensamiento crítico. Ya no hay responsabilidad.

La posibilidad de adentrarnos en el bosque que nos propone el gran Jordi Soler en su libro Mapa secreto del bosque es el trasunto de adentrarnos a nuestro interior, volver a coger las riendas de lo que somos, de nuestra esencia, de la racionalidad y la sabiduría.

Llegar al punto álgido de evocar los pensamientos que van dando forma a nuestro verdadero yo. Ese dejarnos fluir para reencontrarnos con nuestro yo crítico, con el creador, con ese ego que nos vuelve seres mágicos. En sintonía con nuestro alrededor. Común e individual. Lo natural. Verdadero.

Un ensayo lleno de referencias literarias, filosóficas, citadas con gran sabiduría y solemnidad que nos hace volver sobre lo leído para disfrutar de la reacción que experimentamos al darnos cuenta de lo que realmente importa. Frases que dejan huella. Frases que nos silencian para llegar a ser.

Respira. Lee. Fluye.

El visitante.

Foto: Gaelia Smith

La consciencia que todo ser humano contiene conforma aspectos sociales y morales en los que, realmente, se basa nuestra supervivencia.

Somos seres sociales por naturaleza. Como los animales, vivimos en manadas: familias, grupo de amigos y relaciones laborales que nos hacen pertenecer a un círculo y sentirnos, a su vez, protegidos de cualquier desavenencia que nos embargue.

También tenemos principios morales en los que regimos la concepción antiquísima del bien y del mal. ¿Pero qué es el bien?. ¿Qué es el mal? ¿Por qué línea o líneas tenemos que basar el límite de la contraposición de dichos valores?

Si vamos al comienzo, Aristóteles nos decía que el bien es todo aquello que nos cause y nos dirija a un orden completo, que nos acerque a un fin, a un objetivo. Por tanto, el mal es todo aquello que se considere contrario a este aspecto. Siguiendo esta afirmación, toda persona busca el orden, la posibilidad de una meta para seguir conformando logros, para alimentarnos de experiencias que engrandezcan nuestra esencia vital.

Pero hablamos de orden intensificado en la quietud para que, en todo momento, percibamos lo que nos hace crecer, los que nos haga entender el significado de nosotros mismos.

La Fe. Esa creencia que poseemos en algo (o alguien) que, sin haber motivos, sin haber preguntas, seguimos hasta la consecución de una meta. Esa posibilidad de encontrar la parte que hace visible la tranquilidad que nos hace invencibles. El apoyo que necesitamos.

Jon Vendon, en su novela El Visitante, nos muestra esos aspectos que engloban la Fe (en la acepción más general de la palabra) en un posible suceso que aparece en nuestras vidas y que, como es natural, no concibe explicación ni consta de más sentido que el de la posibilidad del orden esencial de nuestras vidas, de la aparición de esos valores morales en la persona que la posee. La oportunidad de ser. La posibilidad de encontrar.

Escrita en formato thriller, se centra en un tema no menos polémico y desconocido como es la propia Fe.

Lectura seductora, personajes completos, evolucionados y generando siempre el clima de suspense, te dejará huella con su lectura y, lo más importante, nos da la oportunidad de pensar.

De eso se trata. ¿Te atreves?

La Reina del Sur.

Buscamos la estabilidad.

Lo hacemos en nuestras relaciones, en el terreno laboral. En nosotros mismo. Siempre anhelamos el equilibrio.

Tendemos a acomodarnos en lo que nos viene dado y, así, de la forma más fácil posible, poder vivir con nosotros mismos.

Pero cuando esta estabilidad se ve truncada por acontecimientos ajenos quedamos a la deriva, sin timón, sin brújula a la que poder aferrarnos para encontrar nuestro Norte, sin saber qué esperar de nosotros, sin saber que hacer. Nos quedamos agazapados. Cubrimos nuestra cara con las manos.

Pero nos levantamos. Con esfuerzo, pero lo hacemos.

Porque levantarse es ley de vida. Da igual las veces que podamos caer, siempre habrá una última vez, porque de eso se trata: ensayo y error, hasta que acertamos en lo que queremos para nosotros, para los nuestros.

Y volvemos a ser y a sentir como antes aunque mucho más sabios, más experimentados, menos confiados. La experiencia nos da las pautas para hacer y deshacer, para conseguir, para resurgir.

En La Reina del Sur, Arturo Pérez Reverte nos hace partícipes del resurgir de Teresa Mendoza cual ave Fénix se tratara. Intenta ahondar para revelarnos que las situaciones son sólo eso, acontecimientos que ocurren y que puedes aprovecharlos para vivir, para seguir sintiendo, para seguir siendo.

La novela, realizada como investigación periodística del propio autor, aborda la problemática de la droga, los narcos mexicanos y la huida constante de los personajes para mantenerse a salvo para, así, volver más fuertes que nunca.

Ficción con toques de realidad. Resurrección de la protagonista y un final apasionante hace de esta novela una experiencia muy intensa y gratificante. Quedan ganas de más.

Tenemos la posibilidad de ver la adaptación en la serie homónima La Reina del Sur protagonizada por Kate del Castillo y, por otro lado, una adaptación con variantes distintas en The Queen of the South interpretada por Alice Braga.

¡Empieza a leer!

Con M de Mar.

Amor y muerte.

Dualidad constante en la existencia del ser humano. Nos da miedo el amor. Nos aterra encontrarnos cara a cara con la muerte. Pero convivimos con ella, intentando no hablar, intentando no tentarla. La ignoramos, pero sabemos que siempre estará ahí.

Es evidente que se ha ganado todas sus connotaciones negativas porque hablar de muerte es hablar de pérdida, de devastación. Es un punto y aparte de lo que obtuvimos para comenzar de cero, reconstruyendo lo que murió con la muerte.

Sin embargo, la otra cara de la moneda es la vida. El amor. Todo gira en torno a estas dos realidades. Amor, vida, vida y amor.

Nos imaginamos felices, completando nuestras carencias con las personas que orbitan a nuestro lado, necesitando de unos, aportándole a otros, pero siempre en constante movimiento.

Vida y amor equivalen a un movimiento continuo. Con la muerte todo para.

Blanco y negro.

Cuando buscamos el amor generamos nuestra mejor faceta para que no se nos escape entre los dedos, para causar esa buena impresión que hará, a su vez, de tarjeta de presentación. Porque nos da miedo mostrarnos tal y como somos.

Esa es la realidad.

El miedo es la realidad. El miedo a la pérdida, el miedo al rechazo. El miedo a lo desconocido.

El miedo.

Rosa Grau en Con M de Mar, nos muestra la cara más natural de la muerte reencarnada en la increíble Mar, una singular joven que intenta, aprovechando las vacaciones obtenidas en el inframundo, encontrar las satisfacciones que pueda aportarle la vida en todo su esplendor. Lo hará de la mano de Daniel, policía que acudirá a desentrañar un vil asesinato en una sucesión de acontecimientos tragicómicos por los que nos mostrarán la dualidad existencial.

La novela deja huella ya que es la historia que queremos vivir, la sensación que necesitamos, aquella que nos vuelve del revés aquellas concepciones trágicas sobre la pérdida, mostrándonos una alternativa divertida, grácil y conmovedora.

Como decían aquellos All you need is love, Rosa Grau ha sabido sacarle todo el partido a esta declaración de intenciones.

Increíble. Imparable. Sensacional.

El lagarto clueco.

La normalidad nos define como seres rutinarios que ejecutan siempre las mismas pautas y acciones en un momento y lugar determinado.

Es así. Somos animales de costumbres, desde la cuna, y esas costumbres están para hacernos sentir, de alguna manera, seguros y, para sabernos a salvo de los cambios ya que la resiliencia, como tal, nos viene a veces demasiado grande.

Porque con la rutina sabemos que todo lo que nos rodea se mantiene bajo nuestro control, manejamos las situaciones porque ya sabemos el camino que tomarán, sabemos qué contestar, qué opinar porque el hilo no se ha roto, sigue pendiente de nuestra psique. Sigue con nosotros.

Tememos perder el control.

Porque si perdemos el control ya no somos parte de nada. Todo queda en manos de la inesperada improvisación. Ya no hay vuelta atrás.

Imaginarnos cerca de la locura nos deja perdidos en el caos, es la perdición, lo malo que puede salir fuera de nosotros y que, además, aún no sabemos que existe.

Porque no nos conocemos lo suficiente para dejar la mano en el fuego, no sabemos hasta dónde podríamos llegar. Y sólo vislumbrar esa posibilidad quedamos a merced de la piedad, del ruego, de no dar un paso en falso, porque da miedo. Nos da miedo.

Nadie llega a conocerte tan bien para lograr llegar a esa profundidad tan oscura.

Porque no lo sabemos. Porque no lo entendemos.

Lola Quintana en El lagarto clueco nos deja a la intemperie esa incertidumbre de la enajenación, ese lugar turbio y dudoso de la cordura pensando en la dicotomía de hacer o no hacer, en el límite de esa acción siniestra.

Lola Quintana juega con las palabras porque son ellas mismas las que desencadenan el acto temido. Sólo hace falta la acción. Te arrojas al sentimiento maléfico y hallas la oscuridad latente, sin control, sin gestión. Sin arrepentimiento.

El lagarto clueco es una de esas novelas en la que el paisaje lanzaroteño nos descubre esas zonas áridas y desérticas. Inaccesibles. Esa zona volcánica del Timanfaya, de Fuerteventura, que nos traslada esa soledad y la intención de pérdida de la que tanto se nutren los personajes. Esa compañía sin serlo, esa verdad tan oscura.

El lenguaje dialectal, la vida de las arraigadas costumbres, las apariencias, la mentira de lo consciente. La temeridad. Este compendio es una parte importante de lo que encontraremos en sus líneas, sumido todo en una acción vertiginosa, de esas que te dejan pensar, de las que dejan huella.

¿Hacemos el viaje?

Manual para mujeres de la limpieza.

La vida. La complejidad.

Realidades que se van superponiendo a la obviedad que abarcan las horas, los días, lugares iguales, familia, la infancia.

E imaginamos vidas distintas como esos sueños inalcanzables, irrealizables. Nos dejamos llevar para sentirnos dignos de otras realidades paralelas.

La cara oculta que no proyectamos.

Y de esa manera dejamos paso a la nueva historia que va creciendo al cerrar nuestros ojos, al pensarnos en distintos lugares, eligiendo la otra cara de la moneda, aferrándonos a aquella oportunidad que se nos escapó como arena entre las manos.

Ese temible e incierto: «¿Y si…?«.

Porque la vida golpea y lo hace a destiempo, y nos deja con ese suspiro a medias, esa tranquilidad desalentadora que nos encuentra cabizbajos, lamentándonos de nuestra propia existencia por ese amalgama de futuro incierto, por el pasado etéreo que nos precede.

Por la inexistencia del presente.

Y Lucía Berlín en Manual para mujeres de la limpieza retrata esa realidad sin filtros y sin esos créditos de películas hollywoodienses con finales increíbles.

No.

Lucía Berlín nos muestra esa realidad americana de los 50 desde los ojos de una maestra de escuela, de una mujer de la limpieza, vista por los presos de un penal, por la rutina incansable de una lavandería. La familia rota. La honestidad baldía . La barbarie. La muerte.

Todos los relatos de Manual para mujeres de la limpieza son piezas únicas en los que los personajes son trasunto de la vida de la autora. Su yo literario y su complejo mundo se gestan en sus líneas con temas recurrentes que marcan la narración, como la desigualdad, la decrepitud, drogas, amor, muerte.

Una protagonista: la barbarie, ofreciéndonos esa literatura de frontera, esa narración cálida y violenta, familiar y solitarias, desalentadora, árida, moribunda, decrépita, nauseabunda.

Sin duda, una estructura narrativa espectacular que nos deja el regusto de esa primera lectura pero que, si volvemos sobre sus páginas, seguiremos obteniendo nuevos matices que nos harán entender un mismo relato de distinta manera. Eso es la genialidad.

El guardián de las flores.

¿Cuánto cuesta una vida?

¿Cuál es el precio que pagarías por olvidar?

Dinero. Ese bien maldito y tangible que nos deja sumidos en la más absoluta felicidad (cuando se tiene) o, por el contrario, nos hunde en la total desesperación.

Porque el dinero mueve el mundo. Es el engranaje perfecto para que todo fluya, para que todos sonrían. Siempre en pos del que más tiene. Cuanto más, mejor. Más y mejor. Pero, si vamos más allá, el dinero no puede comprar la vida, no puede sobornar a la muerte. Nunca, aunque tengas, todo seguirá su curso. Sin influencias malsanas, sin sobornos, sin nada.

Y sigues viviendo. Tú.

En El guardián de las flores, Rober H. L. Cagiao nos presenta la ironía con la que la vida, a veces, intenta hacer justicia, proponiendo situaciones en las que, por más que pagues, por más que el derroche haga su aparición, será la moralidad la que abra la puerta a ese juez popular. La vida, la razón.

Remordimientos entremezclados con puras leyendas antiquísimas galegas paseando por entre su frondosa naturaleza y respirando el aire puro y limpio que permite que toda esa perversión oculta salga a la luz para, de una vez por todas, ser destruida.

Misterios, leyendas. Ingenio, creencias. Muertes, resurrección. Todo esto y más lo encontramos entre las páginas de El guardián de las flores, fácil lectura, lenguaje enérgico e inteligente que nos deja con esa sensación de qué pasará en el siguiente capítulo.

¿Te atreves a adentrarte en sus leyendas?

Pata negra.

Con la colaboración de Taco, el gato.

Y el ansia de saber va devorándote por dentro. Todo lo que creías estable se vuelve, por defecto, inaccesible.

Porque no lo sabes. Porque no lo entiendes. ¿Por qué? Porque nadie te ha contado qué sucedió.

Por ello, todo va girando alrededor de la sensación de frío, de extrañeza, que va recorriendo tu cuerpo desde abajo a arriba, sin confiar, sin llegar a la comprensión lógica de los acontecimientos que llegarán. Para quedarse.

No se irán.

En la novela de Eduard Freundlinger, Pata Negra, su autor nos hace partícipes de la agonía de una familia por recabar información del paradero de Carmen, la desaparecida hermana de Joana quien, con su aparente fuerza de voluntad irá, paso a paso, intentando desentrañar la espesa niebla que se cierne en torno a ella y su familia. De la mano de Kilian, alemán que conocerá en situaciones adversas, mostrarán, hábilmente, la fuerza para sacar a relucir todo un malévolo engranaje.

Libro adornado con parajes granadinos, costumbres andaluzas y personajes variopintos que no te dejará indiferente.

Novela perfecta para llevar. Y tú, ¿quieres Pata Negra?

Todos quieren a Daisy Jones

Música. Expresión artística de las emociones. Esencia vital del enriquecimiento de nuestra alma.

Expresión. Arte. Emoción.

Al cantar, al dar vida a un instrumento. hacemos tangible la música, es decir, nos transportamos a otro plano de la existencia, aquel en el que impera el descaro para transmitir lo que sentimos sin tapujos, sin vergüenzas. Y se nos erizan los vellos de la piel cuando ese acorde alcanza el éxtasis, cuando esa nota nos desgarra por dentro.

La música hace posible la unidad entre todas las personas. La posibilidad de sentir, de ver, de oír un sentimiento.

Porque hay una necesidad creciente de expresar, de hacer posibles esos pensamientos que van tomando forma de esa manera rítmica, acompasada por las letras entremezcladas y nos abren la puerta a aquel recuerdo, a tocar ese anhelo.

Creamos el ambiente que queda suspendido entre las cuerdas de la guitarra, el micrófono ante los labios de la cantante y sabes que suena y sueñas con la posibilidad de cambiar algo del mundo. Y lo consigues en ese instante que cierras los ojos y te dejas llevar por esa sensación que queda. Y disfrutas. Y te das cuenta que estás a su merced.

Y ya no importa todo lo demás.

En Todos quieren a Daisy Jones, Taylor Jenkins Reid nos deja entrar en entre bambalinas para ser partícipes de la creación de una banda de rock en los años 60 / 70, de sus éxitos y sus fracasos, de la deconstrucción de una persona hasta el más oscuro abismo para, después, resurgir entre notas, canciones y familia.

En el libro se hace presente la necesidad de expresar el sentimiento cancerígeno que nos va consumiendo hasta que, por necesidad, lo expulsamos y quedamos vacíos, con la clara convicción de que, a partir de ahí, comenzará la subida hacia algo mejor, hacia la posibilidad de la resurrección del ser.

Daisy Jones, trasunto de las musas de los años 60, 70, es el reflejo de esa decadencia personal, sin control, un mundo sin reglas en la que la única forma de sobrevivir es intentando respirar una vez más.

Sin duda, una genialidad escrita en formato entrevista que te deja la duda de la veracidad de sus páginas. Y quedas pensando en la necesidad de que sea real. La necesidad de escuchar su música al leer sus letras. Quieres que lo sea.

¿Lo es? Descúbrelo.

El mapa de los afectos.

Las relaciones.

Todas las relaciones nos marcan. Dejan una huella, una muesca en nuestra alma para moldearla y seguir construyendo la línea de nuestra experiencia, aquella que hace tangible la existencia.

Porque sí. Vamos conociendo a muchas personas y no sólo lo hacemos por casualidad. Hay un motivo. A veces, es, porque necesitamos que nos enseñe aquello que no sabemos, ese don que nos hace únicos y que ofrecemos a los que están a nuestro alrededor para hacer el bien, para que nos hagan bien.

Serenidad, coraje, valentía, insensatez (por qué no), cordialidad, mentira, … Todo nos aporta algo en cada momento y todo es válido para añadir algo sólido a nuestro saco de experiencias.

Y sí, claro que sirve.

Porque, a veces, ni nosotros mismos somos capaces de ver el alcance que puede hacer la interacción con el otro. En la mayoría de las personas queda la energía que hemos regalado, la esencia que damos, que recibimos, haciendo esa marca real, que hará intocable el recuerdo que dejemos, que nos dejen.

En El mapa de los afectos, Ana Merino refleja, claramente, las interacciones entre las personas, el intercambio de energía social, afectiva, que no deja indiferente a nadie ya que, desde que se da esa interacción, aunque pasen meses, años, hasta que se manifieste, esa vida ya no será la misma.

La casualidad que hace visible la causalidad en las cosas, en la forma de decisión de los personajes. La forma de ser alguien en el camino.

El mapa de los afectos, además de ser el premio Nadal 2020, es un libro que te hace pensar que todo sirve, que todo llega para convertirse en algo, nos arrebata esa sonrisa de sorpresa al ver cómo se entreveran las vidas, cómo se suceden los acontecimientos provocados por un mero pensamiento, una acción sin importancia. Y ahí está. Las bifurcaciones quedan al descubierto.

Libro sencillo, muy fácil de leer que te atrapa porque es la realidad, porque percibes toda la fuerza de las representaciones sociales entre unos y otros. La magia de las relaciones.

Las personas.

Por eso escribo, por eso sigo leyendo porque, ¿Quién dice que no puedo cambiar el mundo con estas líneas?