La familia son todas esas personas que nos acompañan a lo largo de nuestra andanza por el mundo.
La familia, aquello que nos une a otras personas ya sea por consanguineidad o por lazos matrimoniales, pero no la elegimos. Cuando nacemos ya está con nosotros. Ya pertenecemos a ella.
Y la primera referencia de nuestra familia son nuestra madre y nuestro padre. Es en ellos donde se apoya el pilar consistente de toda la referencia entre unos y otros. Por nuestros padres estamos ligados a nuestros hermanos, tíos, primos, sobrinos, nietos, etc.
Tener familia es algo que nos completa porque nos pertenece. Somos parte de alguien, de algo, de una sociedad que, además mueve nuestros sentimientos hacia ellos. Pero hay veces en las que, sin darnos cuenta, con una mirada, una palabra, un silencio o cualquiera de nuestros actos puede hacer mella en esa familia, en esos cimientos que vamos construyendo. Y se caen.
Se caen porque ya no pueden soportar más peso. Y, a veces, se quedan ahí, en ruinas. Sin nadie que comience a poner la primera piedra. Porque es difícil agacharse a buscar la que se ha roto. Muy difícil.
Y otras, nos atrevemos a dar el paso para encontrar esa piedra que vuelva a construir esos cimientos, esta vez más sólidos. Pero lo hacemos, por lo que nos une. Y cuesta. Cuesta mucho saber de tus propias equivocaciones con la familia, porque haces daño. Porque no sabes que haces daño. Porque primero el ego nos ciega y después somos conscientes de lo que dejamos en el camino.
Pero se da el paso. Por honestidad, por empatía. Por la familia.
Hay otras familias que sí que las elegimos: nuestros amigos, compañeros. Los elegimos por afinidad o por desafine con respecto a nuestra forma de ser. Porque queremos contrastarnos con alguien que nos haga ver otro punto de vista. Con alguien que vea desde fuera a nuestra familia primigenia. Pero con ellos también construimos y destruimos. Y volvemos a construir y a destruir y, si los cimientos son buenos, lo volvemos a intentar.
En Lluvia Fina, Luís Landero nos habla de los procesos de destrucción de una familia normal, como la mía, como la tuya. Una familia que necesita más amor que miedo, más humildad que orgullo. Más paz que guerra. Y van generándose más y más problemas que engrosan las listas de cada uno de sus miembros y cada vez pesa más el acercamiento. Pero el cofre de todos los secretos y todas las pesadumbres de esta familia lo lleva Aurora, personaje crucial en la novela ya que, por sus palabras y pensamientos sabremos toda la historia que envuelve a Gabriel y sus dos hermanas y todo lo que esconde su familia.
¿Serías capaz de volver a poner los primeros cimientos de tu familia?